No se puede decir que lo sucedido en Irlanda y Portugal tomó por sorpresa a la opinión pública, como tampoco se puede decir que el problema de España e Italia se encuentra resuelto. Llama la atención que se escuche por boca de los voceros de la oposición política española, el Partido Popular –PP-, que el presidente del gobierno Rodríguez Zapatero, no dice la verdad sobre la situación dramática por la que pasa la economía española y que afecta a la mayoría de españoles.
Otras son las criticas de algunos a la señora Angela Merkel, cuando le enrostran sobre el doble juego que practica Alemania en la crisis, por un lado favorecer el incremento de las exportaciones hacia otros países con lo cual revitaliza su economía frente al resto de países europeos en situación precaria, y la otra el incremento del consumo interno.
La opinión generalizada es que la UE no cuenta con instrumentos económicos-financieros-legales para hacer frente a la situación actual, lo cual no es nada nuevo; pero decir que se privilegia la libertad fiscal y legal de cada Estado, a falta de organismos que unifiquen la política económica de la UE , es decir demasiado.
El euro es otro factor de preocupación, dada su rigidez frente al dólar norteamericano y a la disparidad en cada uno de los Estados de la UE. Actualmente no es iluso pensar lo que hasta abril del presente año se esbozaba como una lejana opinión respecto a la desaparición del euro. Actualmente, algunos economistas opinan que podría aceptarse la involución a monedas nacionales en España, Portugal, Italia, con el propósito de salvar al euro, hasta que estos países alcancen el nivel mínimo de solidez económica.
Al parecer hay información escondida como fue el caso de Grecia, situación que empeoraría el ambiente ya raleado de por sí. Por otro lado, una vez más los “platos rotos” lo pagarán los trabajadores, demostrándose que solo estamos viendo la punta del iceberg. Si hoy día la desaparición del comunismo es una realidad, porqué no estaremos en presencia de la desaparición del capitalismo (globalización).
Este es el momento de las economías mal llamadas “emergentes”, con la Republica Popular China a la cabeza. Hoy los países asiáticos presentan una prosperidad relativamente estable y ligada a las economías sudamericanas, lo cual podría servir de contra peso a esta situación inaceptable que con la rigidez impávida del deceso a cuenta gotas de las economías europeas, pueda ser que llegue tarde el respirador artificial.
Mientras que en toda Europa la crisis económica-financiera-política se apodera del tejido productivo (economía real), en el Perú se vive una ficción, en un paraje de bonanza pintado por los políticos de siempre. La corrupción campea, los problemas sociales originados por una pésima administración es pan de cada día y la descapitalización y remate de los activos nacionales es frecuente. Muy pocos se atreven a exponer su disconformidad de manera pública; la prensa escrita, la televisiva es monocorde, mientras que los altos funcionarios se vanaglorian de los logros alcanzados; las calles de las ciudades del Perú revientan con la población en pie de protesta, las carreteras principales son bloqueadas, queman neumáticos, se ven policías agrediendo a la población, muertos, heridos, bombas lacrimógenas y la embestida de toda la parafernalia represiva del Estado.
Todos protestan, todos exigen aumentos salariales, otros esquilman al Estado con cobros por despido, otros hacen lobby, los mismos hacen “faenones” y las autoridades siguen cobrando como si nada. Los grupos económicos hacen buenos negocios, venden, compran, invierten. Los precios de los alimentos se incrementan día a día; ayer fue el arroz, hoy el azúcar, pero la inflación mensual es de 0.01%. Una cerveza vale US$ 2; un galón de gasolina de 90 octanos US$ 5, un menú infame US$ 3, un kilo de ajos US$ 8, pero todo está OK. Todos tienen opinión, eligen a sus dirigentes pero no tienen para comprar una lata de atún de US$ 3.
Esperen el 28 de julio del 2011, cuando termine de gobernar la presente administración, emergerá otra realidad, con ajuste económico y borrón y cuenta nueva.
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