Después de la Guerra Fría , de la desaparición del Muro de Berlín, de la desaparición de la URSS , la economía mundial definitivamente cambió. Las relaciones Estado-Sociedad se hicieron diferentes para los habitantes que vivían en el campo socialista.
Al término de esta etapa, finales de los 80´, el mundo vivía expectante los acontecimientos. Para 1989 la disolución fue una realidad. La economía socialista desapareció, todo el andamiaje construido en décadas quedó en escombros. Sin embargo aquí cabe una pregunta legítima, ¿si al desaparecer la gestión económica socialista también desapareció la teoría socialista de la economía? Al parecer, si la base desaparece lógico es deducir que todo lo que se sustenta en ella también desaparece.
La desaparición de la gestión socialista en Europa Oriental tuvo repercusiones. También sucedió en Francia, donde la dinámica de la economía y la política comenzaron a sufrir cuando sus colonias empezaron a desligarse del poder colonial, aunque su población mantuvo sus derechos alcanzados en épocas anteriores, donde el Estado era la directriz. España demoró décadas hasta la muerte de su dictador cuando comenzó su modernización a inicio de los 80´. Salvo Alemania, la cual mantuvo posturas pro- modernización luego de concluir la IIGM.
La dinámica económica y política nunca marcha al mismo ritmo, pues su complejidad no lo permite; igualmente sucede con la dinámica demográfica y la legislación, estas en muchos casos son incompatibles, hasta que no falta la sensatez en reconocer que tarde o temprano los ajustes o correcciones se deben aplicar. Lo conveniente, y aún más, a lo que se debe aspirar es a una renovación progresiva con ritmos claramente semejantes entre economía y política. Las dificultades siempre acecharán, pero las precauciones siempre deben permanecer a la mano de los que gobiernan. Este es el caso de Europa, un continente diverso pero a la vez tradicional; un continente conservador pero a la vez innovador; un continente progresista pero a la vez ensimismado en su grandeza.
Retornando al tema de la desaparición del bloque socialista, el caso es que se generó un vacío y ese vacío fue llenado por la globalización. Esta nueva propuesta pretende estandarizar la economía como también implementar el capitalismo por ser este el motor del progreso en el siglo xxi. Si este nuevo capitalismo con democracia es la nueva cara que debe imponerse en las próximas décadas, es necesario contar con el ritmo, con la renovación progresiva y con la firmeza suficiente. De esto muy pocos tienen dudas. Pero también es necesario reconocer los activos y pasivos de los Estados, y fundamentalmente las leyes del derecho internacional en todo ámbito de cosas.
El costo de su implementación de este nuevo orden depende de las condiciones de cada país, pues las dificultades son muchas, como escasas las oportunidades. Por esta razón se debe tener en cuenta la existencia de un costo social y político en el cambio, el cual debe pagar el Estado. Un caso real es el de Rusia, donde al emerger como Estado liberal en su gestión económica y política, dejaron a las fuerzas engendradas por el comunismo copar libremente los diferentes estamentos de los nuevos Estados.
Pero detengámonos en los costos. Los costos políticos se concretizan, para el grupo que fundamenta el mantenimiento híbrido de la economía, en un riesgo; para el grupo que aspira al cambio del modelo económico, sea este radical o no, la desconfianza. El costo social o la adaptación de la sociedad al nuevo orden es lo medular, ya que implementado el cambio, el Estado tiene poca o ninguna participación; sin embargo en muchos casos tiene que asumir los costos a pagar a los que son afectados por el cambio.
Un ejemplo real es Perú, en donde el cambio hacia una economía de mercado fue brutal. Antes de 1990 la economía era un acordeón y la política tierra de nadie, esto no quiere decir que hoy el Perú sea el paraíso terrenal, todo lo contrario. Sin embargo el shock de setiembre de 1990 calcinó los cimientos del orden económico y legal anterior. En términos generacionales el Perú lleva veinte años sumergido en una economía de mercado, solamente los individuos que hoy tienen veinte años conocen este modelo económico y su funcionamiento, y tal vez los que tengan 35 años de edad habrán tenido que adaptarse a él. El resto de la población proviene de los tiempos en que el Estado era el rector y supremo hacedor. El costo social de los que hoy se encuentran por encima de los 40 años son los que sufren el cambio. ¿Tendremos que esperar otros veinte años para que se estandarice el Perú? Y si fuese así, ¿quién podría decir que no se tengan que ajustar los cinturones los que para esa fecha se encuentren en la situación de los que hoy tienen cuarenta años?
Puedan ser aceptables los planteamientos políticos que se ofertan, pero lo que no se puede demandar es mayor sacrificio. Este es el caso no solamente del Perú, sino también de España, Grecia, Portugal, Irlanda e Italia.
Deuda: Italia, Irlanda, España, Grecia, Portugal |
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