Reunión sobre el Cambio Climático
La sita tuvo una duración de catorce días, entre el 03 de diciembre y el 14 del mismo mes. Asistieron representantes de todos los países del mundo, reunión que fuera auspiciada por las Naciones Unidas en Bali, Indonesia.
El objetivo de esta reunión fue trazar una hoja de ruta para las negociaciones que permitan prolongar el protocolo de Kyoto, sobre la reducción de gases con efecto invernadero que es el responsable del calentamiento global.
Yvo de Boer, secretario ejecutivo de la Convención de la ONU sobre el cambio climático, espera de esta reunión mundial tres decisiones. Primero, lanzar las negociaciones sobre lo que vendrá después de Kyoto; segundo, tener un calendario para las negociaciones; y tercero, una fecha para concluirlas.
En la actualidad estamos a 0.7 grados centígrados por encima de los niveles pre industriales y la estimación es que si llegamos a dos grados, los efectos van a ser catastróficos, así se expresó Felipe López Calva, jefe del buró para América Latina y el Caribe del PNUD.
El ministro alemán de Asuntos Exteriores, Walter Steinmeier, se pronunció en el sentido de que los países en desarrollo tienen derecho al “desarrollo” pero con dos condiciones. Primera condición, que la manera debe ser limpia y la segunda con planes de acción que frenen la emisión de gases contaminantes. Estas palabras pueden ser interpretadas que los países en desarrollo tendrán que inventar una nueva manera de desarrollo que no debe ser la que ellos usaron y usan, o que sólamente los países desarrollados o industrializados podrán seguir con sus emisiones de gases contaminantes por que les es difícil económicamente frenar o disminuir las emisiones, lo que es lo mismo.
Con estas palabras Signar Gabriel titular alemana de Medio Ambiente se refirió a las emisiones de dióxido de carbono: “Un mercado internacional de emisiones es esencial para lograr una reducción efectiva de las emisiones de dióxido de carbono (CO2)”.
Según ella, hasta los productores de petróleo deberían de poner el hombro para solucionar este problema, mientras que Steimeier garantizó la cooperación y las ayudas de la UE a las naciones más desfavorecidas al acceso del mercado de emisiones, como si el asunto se tratase de un juego de azar.
Claro está que siendo Alemania la que lidera la presidencia del G8 aboga por la compra-venta de emisiones, sistema que fuera implantado en la Unión Europea, pero que a duras penas tiene resultado, como es el caso de España que es el país europeo que más contamina el ambiente y que no hace lo suficiente por evitarlo (España según el informe del Observatorio de la Sostenibilidad del Ministerio de Medio Ambiente, las emisiones de gases invernadero se habían incrementado en el 2006 un 48% por encima de las de 1990, cuando España sólo puede aumentarlas un 15% hasta el periodo 2008-2012.
No pudo faltar el ministro Steimeier también haciendo alusión a la desforestación de los bosques, aplaudiendo los esfuerzos de China cuando implanta tareas de reforestación al igual que en México según la jefa de la diplomacia azteca Patricia Espinoza. Luego de lanzarse elogios mutuamente entre Espinoza y Steimeier, este último afirmó que “seguridad global en el siglo XXI significa seguridad energética y climática” defendiendo el argumento del reforzamiento de la cooperación energética con el argumento de que “la cooperación es mejor que la confrontación y si no pactamos un sistema eficaz equilibrado y transparente la confrontación será inevitable”.
Por otro lado en la Conferencia de Bali se optó por una decisión, que la transferencia de tecnologías limpias de los países industrializados a los países en desarrollo será supervisada por un órgano oficial de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Ybo de Boer, manifestó en este sentido que “los países en vías de desarrollo tienen la impresión de que los países ricos no hacen lo suficiente para transferir tecnologías que les permitan producir una energía menos contaminante”. Agregó “que este organismo podrá ver en qué medida los países industrializados cumplieron con sus compromisos de transferencia de tecnologías a los países en vías de desarrollo”.
Otra decisión técnica que fuera tomada es la creación de un grupo de trabajo encargado de concebir el marco y el calendario de las negociaciones sobre el cambio climático después de Bali.
En medio de toda esta discusión fue evidente que el aspecto financiero permita hacer frente al impacto del cambio climático por los países en vías de desarrollo fue un aspecto delicado y trascendental ya que estos países no cuentan con el suficiente financiamiento además de que serán estos países los que sufrirán más dramáticamente las consecuencias con hambruna, sequías, inundaciones y violentas tormentas.
Nuno Lacaste, coordinador de la delegación portuguesa y portavoz de la UE manifiestó que "creemos fírmemente que, en el marco de un acuerdo global sobre el clima para el cual esperamos que se lancen las negociaciones en Bali, es necesario que los países en vías de desarrollo reduzcan sus emisiones en un 30% antes de 2020".
La UE ya se comprometió a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero por lo menos en un 20% de aquí al 2020, e incluso un 30% si los otros países industrializados también lo hacen.
La UE alcanzará este objetivo mejorando su eficacia energética y promoviendo las energías renovables y los biocarburantes, mientras que los precios de los alimentos suben día a día. Lo que sorprende es que los Estados Unidos podría reducir sus emisiones en 4,5 gigatoneladas antes del 2030, cantidad que representa la totalidad de lo que emite la UE.
Los asuntos impropios fueron los de Australia y Estados Unidos países industrializados que al inicio de la reunión no habían firmado el Protocolo de Kyoto, siendo el primero de ellos el mayor exportador de carbón y queriendo invertir en la investigación de centrales que produzcan energía en base al “carbón limpio”, lo cual consiste en que las emisiones de CO2 sean filtradas hacia la tierra lo cual reduciría entre el 80 y 90 por ciento antes de entrar en la atmósfera.
Pero como se afirma, el asunto está entre el negocio del carbón y el cambio climático. Ivo de Boer apoya la propuesta estadounidense de investigar nuevas tecnologías que permitan utilizar los combustibles fósiles, cuando dice que “seguirá siendo el motor del crecimiento económico ya que la demanda de carbón subirá en los próximos 20 años un 70%, así es que no es realista pensar que no vayan a explotar esos recursos”, refiriéndose a los combustibles fósiles.
Pero veamos algunos datos sobre el tema. China produce 2,400 millones de toneladas anuales de carbón y Estados Unidos 990 millones de toneladas La India es el tercer país productor de carbón. No es de extrañar que Estados Unidos insista en que la protección efectiva del clima no sólo tiene que tener en cuenta la ecología, sino también el desarrollo económico sustentable. Sin embargo las organizaciones ecologistas hablan del mito del carbón limpio y lo inútil de la inversión de capitales en su investigación. Entre ellas se encuentra Greenpeace y la Unión para el Medio Ambiente y la Naturaleza (Bund).
Brasil (3er. Contaminante del mundo) exige de Estados Unidos y Europa fondos especiales para conservar su Amazonía, pero se opone a una internacionalización de ella. Indonesia (4to. Contaminante del mundo), por su parte, quiere que la protección de las selvas se incluya y catalogue como su contribución contra el cambio climático.
Greenpeace presentó un mecanismo para frenar la desaparición de las selvas tropicales, pidiendo la creación de un fondo de 14 mil millones de dólares, unos 9500 millones de euros.
En la mañana del lunes 10 de enero, el primer ministro australiano, el laborista Kevin Rudd suscribió el Protocolo de Kyoto, ratificándolo inmediatamente después de tomar posesión de su cargo.
Como ya es costumbre en la actual administración Bush, Estados Unidos se negó a reducir las emisiones tóxicas y a mejorar sus mecanismos de producción, pese a ser el principal emisor de CO2 del mundo y responsable directo de la crisis ambiental contemporánea, argumentando que su negativa responde a su temor de perder ganancias económicas, sin importarle que pase con el mundo. Sustentó que los topes de emisiones contaminantes y de gases tóxicos debe ser voluntaria y no se le puede obligar a nadie a asumir esa responsabilidad para con la vida y el planeta.
Solicitudes
Algunas ONG hacen llamamientos para que el mundo no se olvide de proteger a los más pobres, mientras que otros ponen énfasis en la conservación de la biodiversidad, el peligro que acecha a las pequeñas islas que desaparecerán con el aumento del nivel del mar o el daño que la deforestación causa en comunidades indígenas en todo el mundo.
La cansiller alemana, Angela Merkel, presidenta de turno del G-8, emplazó a la comunidad internacional a reducir sus emisiones de gases con efecto invernadero y solicitó alcanzar un acuerdo en Bali.
El ministro del Medio Ambiente de Indonesia, Rachmat Witoelar, presidente del cónclave, dijo ya se ha establecido científicamente que el cambio climático se está acelerando, agregando que "los países tienen que acordar la agenda de las negociaciones".
El ministro de Bosques de Indonesia, M.S. Kaban, instó a los delegados de los 190 países que asistieron a la reunión a que apoyen el programa denominado Reducción de Emisiones de la Deforestación y Degradación (REDD). La iniciativa plantea una serie de incentivos, préstamos y financiación por parte de los países desarrollados a los estados que disponen de grandes extensiones de selva.
Al cierre de la reunion de Bali
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, procuraba sentar las bases para discutir un acuerdo global sobre reducción de elementos contaminadores que en el 2009, en una nueva cumbre en Conpenhague, se traduzca en el reemplazo del célebre Protocolo de Kioto, de 1997, contra el calentamiento planetario, que vence en el 2012.
El 3 de diciembre, se inicio un careo entre la Unión Europea y los ambientalistas, de un lado, que querían fijar como meta para las discusiones hacia Conpenhague que las emisiones se reduzcan entre 25 y 40 por ciento al 2020; y del otro lado Estados Unidos, Canadá y Japón, que no querían números. Se sumaban las economías emergentes poderosas como China, Brasil e India y los países del Tercer Mundo se resistían a los compromisos de reducir sus emisiones que les exige el Primer Mundo, arguyendo que necesitan del carbón para su desarrollo.
Al final de la reunión y ante la falta de consenso para un documento final, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, vino de Timor-Este, en un intento de último minuto. Tras maratónicas negociaciones, la delegación de EE.UU. anunció que no firmaba. Minutos después, en un giro inesperado, EE.UU. decidió firmar. Yvo de Boer, responsable de cambio climático de la ONU, fue acusado por los chinos de irregularidades de procedimiento.
Al Gore, que venía de recibir el Nobel de la Paz, criticó duramente a su país ante los 20.000 delegados de 187 países, pero les pidió considerar que, para cuando la negociación entre en su año decisivo, George W. Bush ya no estará en la Casa Blanca y la posición de EE.UU. puede evolucionar.
Lo cierto es que el documento finalmente acordado no fija metas numéricas de reducción de emisiones, pero contiene el compromiso de hacer "recortes profundos en las emisiones globales". Un consenso criticado por algunos ecologistas es su falta de metas específicas, pero que permitió que de la reunión saliera el "Plan de Acción de Bali", con un calendario de reuniones hasta el 2009, cuando se firmarse el nuevo tratado.
Las naciones en desarrollo aceptaron que también deben reducir sus emisiones. Recibirán ayuda para enfrentar los efectos del calentamiento global (entre otros, a través de un Fondo de Adaptación), y los países ricos prometen transferirles tecnologías limpias. Habrá compensaciones monetarias a los países pobres que frenen la deforestación, la cual tiene una responsabilidad en la emisión de gases de efecto invernadero casi igual a la de EE.UU. o a la de todo el transporte mundial.
Balance de la conferencia
Teniendo en cuenta que en Bali no se negociaba el tratado que debe sustituir al de Kioto, sino que se trataba de una negociación sobre cómo se negociará. En ese sentido, quedan lineamientos lo suficientemente claros como para que, en el 2009, en Copenhague, la humanidad se premuna de una herramienta consistente para enfrentar el gran reto del siglo XXI.
La segunda razón por la cual Bali puede ser un paso significativo es que se da la voz de alarma sobre la gravedad del calentamiento del clima de la Tierra, como consecuencia de la emisión de gases contaminantes que generan el llamado “efecto invernadero”. El grado de catastrofismo depende un poco de los datos que consulte cada experto y de la angustia personal que le produzcan. Y pesan los intereses de gobiernos e industrias. Pero la ONU ya ha señalado que, en el más benévolo de los casos, en el 2050 la temperatura promedio del mundo será dos grados centígrados más y el impacto en las naciones y capas más pobres puede ser tremendo.
Datos a tomar en cuenta después de Bali
El enfrentamiento entre los científicos y los políticos y entre buena parte de la comunidad mundial, que demanda acción, y gobiernos que se resisten está cambiando, asunto que se ve reflejado en el Congreso de los EE.UU. cuando leyes imponen eficiencia ecológica a los fabricantes de automóviles. Así mismo, el mismo presidente George Bush actualmente apoya la actividad concertada contra el cambio climático.
China, donde cada semana se inaugura una planta de generación de energía con carbón, empiezan a admitir que deben actuar y que el desarrollo no puede ser a cualquier precio. Por último, la derrota electoral de los conservadores australianos, llevó a los representantes de Australia a anunciar, que firmará el Protocolo de Kyoto.
Esta es una muestra de la revolución ecológica, del fortalecimiento de la conciencia de que la humanidad se está jugando su futuro en el medio ambiente. Copenhague puede verse con optimismo.
En la declaración escrita hecha por el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, encontramos palabras que pueden contribuir a entender y precisar el problema del calentamiento global. Aquí la transcribimos del articulo de opinión del Washinton Post del 3 de diciembre del 2007.
Palabras celebres
“Es evidente que tendremos que seguir utilizando combustibles fósiles por algún tiempo. Se requiere de acción en el Norte para el crecimiento de energías limpias en el Sur ”, De Boer.
“No sirve decirle a la gente: sus chozas permanecerán sin luz para que puedan respirar aire puro”, Sudha Mahlingam, experto en energía que representando los intereses de la India
“Los países ricos pueden demostrar que van en serio si aceptan, unilateralmente, en Bali una reducción de las emisiones de al menos un 30 por ciento hasta 2020', Stephan Singer, experto del World Wide Fund (WWF).
"Es imprescindible que se utilice la oportunidad que ofrece Bali para incluir el mantenimiento de las selvas en las discusiones sobre el cambio climático y entre las soluciones para afrontarlo", Paolo Adario, coordinador de la organización ecologista en el Amazonas.
"No es justo esperar que países que tienen muy pocos recursos económicos puedan preservar sus bosques. Es necesario que la comunidad internacional ponga recursos sobre la mesa para que esos países puedan proteger sus bosques de forma eficaz y al mismo tiempo ayudar al clima y proteger la biodiversidad y a las comunidades indígenas locales", Paolo Adario.
Bali y después de Bali: una nueva economía no contaminante
Por Ban Ki-moon
Lo ha dicho la ciencia: el calentamiento de la Tierra es real, y nosotros somos una de las causas principales.
Hemos escuchado las advertencias. A menos que actuemos, ahora, tendremos que hacer frente a graves consecuencias. Los hielos polares pueden derretirse. Aumentarán los niveles del mar. Un tercio de las plantas y los animales del mundo podrían desaparecer. Habrá hambrunas en África y Asia central.
La buena noticia pasa casi desapercibida en el debate: podemos hacer algo al respecto, y más fácilmente y a un costo mucho menor que lo que la mayoría de nosotros imaginamos.
Estas son las conclusiones del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, el órgano científico que recientemente compartió el Premio Nóbel de la Paz. Si bien su lectura hace reflexionar, no debemos pasar por alto que su mensaje fundamental es optimista: repito, podemos lograrlo, de formas que al mismo tiempo sean económicas y promuevan la prosperidad.
Esta semana, los líderes mundiales se reúnen en la cumbre de Bali. Hace falta un acontecimiento decisivo: un acuerdo amplio sobre el cambio climático que sea aceptable para todas las naciones. Debemos fijarnos un programa, una hoja de ruta hacia un futuro mejor, con un calendario firme, para que en 2009 podamos decir: trato hecho.
No sabemos todavía qué forma podría tomar tal acuerdo. ¿Debería establecer un impuesto sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, o crear un sistema internacional de compra de cuotas de emisiones? ¿Debería prever mecanismos para evitar la deforestación, a la que se atribuye el 20% de las emisiones de dióxido de carbono, o ayudar a los países menos adelantados a adaptarse a los inexorables efectos del calentamiento de la Tierra —efectos que ellos sufren desproporcionadamente? ¿Debería hacer hincapié en la conservación y los combustibles renovables, como la biomasa o la energía nuclear, o disponer medidas para transferir las nuevas tecnologías no contaminantes en todo el mundo?
La respuesta es, desde luego, una variante de todas las mencionadas, y mucho, mucho más. Si las negociaciones quedan empantanadas en la amplitud y complejidad de los problemas, perderemos nuestro recurso más valioso: el tiempo. A este respecto, es útil tener una visión de cómo podría ser el futuro, si tenemos éxito. No será tan solo un mundo más limpio, más sano y más seguro para todos. Si la llevamos adelante correctamente, nuestra lucha contra el calentamiento de la Tierra podría, de hecho, crear el marco para una transformación de la economía mundial, una transformación ecológica que impulse el crecimiento y el desarrollo en lugar de entorpecerlos, como temen muchos dirigentes nacionales.
Hemos sido testigos de tres transformaciones económicas en el siglo pasado. Primero vino la revolución industrial, luego la revolución tecnológica, seguida por nuestra era moderna de globalización. Nos encontramos ahora en el umbral de otro gran cambio: la era de la economía no contaminante.
De ello hay indicios por todas partes, a menudo en lugares inesperados. En una reciente visita a América del Sur pude constatar cómo el Brasil se ha convertido en uno de los mayores protagonistas de la economía no contaminante, ya que satisface aproximadamente el 44% de sus necesidades energéticas con combustibles renovables. El promedio mundial es del 13%, y la cifra es del 6,1% en Europa.
Se habla demasiado del hecho de que China podría sobrepasar a los Estados Unidos como mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero. En cambio, no son tan conocidos sus recientes esfuerzos por hacer frente a graves problemas ambientales. China invertirá este año 10.000 millones de dólares en energía renovable, cifra superada únicamente por Alemania. China se ha convertido en líder mundial en energía solar y energía eólica. En una reciente cumbre de dirigentes de Asia oriental, celebrada en Singapur, el Primer Ministro Wen Jiabao se comprometió a reducir el consumo de energía (por unidad de PIB) en un 20% en un plazo de cinco años, compromiso que no dista mucho, en espíritu, del compromiso contraído por Europa de reducir en un 20% las emisiones de gases de efecto invernadero para el año 2020.
Este es el camino a seguir. Según algunas estimaciones, el aumento de la demanda mundial de energía podría reducirse a la mitad en los próximos 15 años simplemente mediante la aplicación de tecnologías ya existentes que produzcan un rendimiento sobre la inversión de un 10% o superior. En el nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático se exponen medios muy prácticos: desde normas más estrictas para los aparatos de aire acondicionado y refrigeradoras hasta una mayor eficiencia en la industria, la construcción y el transporte. Se calcula que superar las consecuencias del cambio climático podría costar tan sólo el 0,1% del PIB mundial por año en los próximos tres decenios.
El crecimiento no tiene que verse afectado y, de hecho, podría acelerarse. Según un estudio de la Universidad de California en Berkeley, los Estados Unidos podrían crear 300.000 puestos de trabajo si el 20% de las necesidades de electricidad se suplieran con energías renovables. Una importante empresa de consultores con base en Munich prevé que al final del próximo decenio habrá más personas empleadas en el sector de tecnologías ambientales que en la industria automotriz. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que las inversiones mundiales en energía que no produce gases de efecto invernadero ascenderán a 1,9 billones de dólares para el año 2020 —capital que puede dar lugar a una reconfiguración total de la industria mundial.
En muchos lugares del mundo, las empresas ya están pidiendo que se adopten políticas públicas claras sobre el cambio climático, independientemente de la forma que puedan tomar: regulación, límites máximos de emisiones o directrices de eficiencia. La razón es evidente. Las empresas necesitan reglas básicas. Ayudar a su elaboración es una función muy propia de las Naciones Unidas.
Nuestra tarea, en Bali y después de Bali, es encauzar esta transformación mundial —abrir la puerta a la era de la economía y el desarrollo no contaminantes. Lo que falta es un marco mundial dentro del cual nosotros, los pueblos del mundo, podamos coordinar nuestros esfuerzos para hacer frente al cambio climático.
Los científicos han cumplido su tarea. Ahora les toca a los políticos. En Bali se pone a prueba su liderazgo. ¿Qué estamos esperando?
Declaración escrita por el Secretario General de las Naciones Unidas
Correo-e: munizasociados@gmail.com
http://dataplusdateunsupplement.blogspot.com