Greenpeace establecer un fondo internacional de unos 14.000 millones de dólares para financiar la conservación de las selvas del planeta. La llamada Atención Global Contra la Pobreza (GCAP) instó a un compromiso global para reducir las emisiones en por lo menos un 80 por ciento sobre los niveles de 1990 para el año 2050; la propuesta más atrevida ha sido la de la Unión Europea (UE), que ha ofrecido reducir sus emisiones un 30 por ciento. El portavoz de la GCAP, Ben Margolis, advirtió que no se puede resolver la cuestión medioambiental sin afrontar el problema de la pobreza; denunció que el calentamiento del planeta está ampliando la distancia que separa a los ricos de los pobres.
Algunas ONG hacen llamamientos para que el mundo no se olvide de proteger a los más pobres, mientras que otros ponen énfasis en la conservación de la biodiversidad, el peligro que acecha a las pequeñas islas que desaparecerán con el aumento del nivel del mar o el daño que la deforestación causa en comunidades indígenas en todo el mundo.
Una parte de las negociaciones deberán dar en dos años un nuevo acuerdo, abordando la financiación de mecanismos de adaptación, que ayuden a los países menos desarrollados a afrontar las consecuencias del cambio climático. Stephanie Long, coordinadora de Amigos de la Tierra Internacional, expresaba con claridad su visión sobre este asunto: los países ricos deben pagar a los pobres por los daños causados por el cambio climático y es su obligación de apoyar a las comunidades más vulnerables a sus impactos.
El Foro Indonesio del Medioambiente (Walhi), uno de los grupos ecologistas más importantes de Indonesia, solicitó que se excluya a lo que denomina 'brokers del carbono' de las negociaciones que tienen lugar en Bali. Argumentó, que las empresas y organismos que gestionan y participan en el mercado internacional del carbono, donde países industrializados compran derechos de emisión a los menos desarrollados, no deben participar en Bali puesto que "únicamente piensan en el negocio de los bosques". Pide reducciones del 40 por ciento en las emisiones de los países industrializados que ratificaron Kioto y exige a la comunidad internacional que presione a Estados Unidos para que se comprometa a reducir sus emisiones.
También abundan las llamadas de atención sobre el empleo de los biocombustibles y varias organizaciones han denunciado que su producción está causando estragos en el clima y los ecosistemas de países como Indonesia, donde grandes extensiones de selvas se convierten en plantaciones de monocultivos para extraer aceite para estos nuevos combustibles.
La ONG Avaaz decidió entregar el 'Premio al Fósil del Día' a la delegación que hizo la peor propuesta. Este premio fue otorgado al Japón, por proponer que se avance más allá de Kioto pero sin hacer mención a límites de emisiones.
La cansiller alemana, Angela Merkel, presidenta de turno del G-8, emplazó a la comunidad internacional a reducir sus emisiones de gases con efecto invernadero y solicitó alcanzar un acuerdo en Bali.
El ministro del Medio Ambiente de Indonesia, Rachmat Witoelar, presidente del cónclave, dijo ya se ha establecido científicamente que el cambio climático se está acelerando, agregando que "los países tienen que acordar la agenda de las negociaciones".
El ministro de Bosques de Indonesia, M.S. Kaban, instó a los delegados de los 190 países que asistieron a la reunión a que apoyen el programa denominado Reducción de Emisiones de la Deforestación y Degradación (REDD). La iniciativa plantea una serie de incentivos, préstamos y financiación por parte de los países desarrollados a los estados que disponen de grandes extensiones de selva.
Este mecanismo propone transformar el ahorro de emisiones de dióxido de carbono a través de programas de protección de los bosques que sea transformado en un bien intercambiable por dinero, lo cual beneficiaría directamente a países como Indonesia, Brasil, Ecuador, y a todos aquellos que luchan por impedir la pérdida y degradación de sus selvas. Se informó que la Convención Marco de Naciones Unidas del Cambio Climático participó en estas conversaciones junto a los programas de la ONU para el Desarrollo y el Medio Ambiente (PNUD), el Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo.
El objetivo es que los países africanos puedan optar a más proyectos del Mecanismo de Desarrollo Limpio (CDM) establecido en el Protocolo de Kioto sobre el cambio climático, pero que hasta ahora apenas ha llegado a ese continente. Esta fórmula ha de llevarse a cabo en naciones en vías de desarrollo y que les permita a los países desarrollados obtener Certificados de Reducción de Emisiones canjeables en el mercado internacional del carbono.
Yvo de Boer, secretario de la Conferencia de Cambio Climático de Bali manifestó que “hay 850 proyectos de CDM en 49 países en vías de desarrollo, pero tan sólo 23 en Africa”, únicamente el 2,6 por ciento del total; agregando, “ya ha llegado la hora de que los beneficios de este mecanismo se extiendan a Africa”. España, junto a los gobiernos de Suecia y Finlandia, financia uno de los pocos proyectos CDM en Africa, un programa del PNUD para desarrollar capacidades en seis países del Africa Subsahariana.
En la actualidad, una tonelada de reducción de emisiones de dióxido de carbono tiene un valor en el mercado internacional de entre cinco y diez dólares y, según el Banco Mundial, el volumen de este mercado ha pasado de 1.000 millones de dólares en el año 2004 a 11.000 millones un año más tarde y más de 30.000 millones el pasado 2006.
Varios países, incluido Brasil , así como China, Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, han presentado varias propuestas para el documento que guiará la acción mundial con respecto al Clima a partir de 2012, cuando expira el Protocolo Kyoto, según informó el Secretario Ejecutivo de la Convención de Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio de Clima, Yvo de Bóer.
También, el último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) fue presentado formalmente a la Conferencia. El informe advierte que si no se controla, el cambio climático podría tener impactos catastróficos.
De Bóer dijo que ha habido una sugerencia para que se solicite al IPCC que ponga al día estos informes en 2009, año en que deberían concluir las negociaciones sobre un trato para el cambio climático que sustituirá al de Kyoto a partir de 2012. Actualmente, el IPCC emite un informe cada cinco años.
Los países están considerando la posibilidad de empezar una ronda de proyectos pilotos para reducir la deforestación, que se sitúa en 13 millones de hectáreas cada año, apuntó De Boer. Sobre el tema de la transferencia tecnológica, se mostró satisfecho porque el sector privado se ha comprometido a ofrecer soluciones.
Respondiendo a la pregunta sobre si de Bali surgirán objetivos concretos de reducción de las emisiones, De Bóer dijo que los países industrializados tienen que seguir tomando la delantera en reducir las emisiones de gases invernadero y que hay un acuerdo para que las emisiones se reduzcan un 40 por ciento con respecto a los niveles de 1990. Al mismo tiempo, consideró que sería más constructivo para las partes ponerse de acuerdo sobre los instrumentos necesarios para alcanzar las reducciones de emisiones en vez de atascarse en discusiones sobre objetivos en Bali.
Mientras tanto, la Convención del Cambio de Climático de Naciones Unidas, el Banco mundial, el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas y el Programa de Medioambiente de Naciones Unidas (UNEP) anunciaron un nuevo plan para llevar a cabo un mayor número de proyectos de desarrollo limpios en África, sobre un marco de trabajo lanzado por el antiguo secretario general de la ONU, Kofi Annan, el año pasado en Nairobi.
Al cierre de la reunion de Bali
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, procuraba sentar las bases para discutir un acuerdo global sobre reducción de elementos contaminadores que en el 2009, en una nueva cumbre en Conpenhague, se traduzca en el reemplazo del célebre Protocolo de Kioto, de 1997, contra el calentamiento planetario, que vence en el 2012.
El 3 de diciembre, se inicio un careo entre la Unión Europea y los ambientalistas, de un lado, que querían fijar como meta para las discusiones hacia Conpenhague que las emisiones se reduzcan entre 25 y 40 por ciento al 2020; y del otro lado Estados Unidos, Canadá y Japón, que no querían números. Se sumaban las economías emergentes poderosas como China, Brasil e India y los países del Tercer Mundo se resistían a los compromisos de reducir sus emisiones que les exige el Primer Mundo, arguyendo que necesitan del carbón para su desarrollo.
Al final de la reunión y ante la falta de consenso para un documento final, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, vino de Timor-Este, en un intento de último minuto. Tras maratónicas negociaciones, la delegación de EE.UU. anunció que no firmaba. Minutos después, en un giro inesperado, EE.UU. decidió firmar. Yvo de Boer, responsable de cambio climático de la ONU, fue acusado por los chinos de irregularidades de procedimiento.
Al Gore, que venía de recibir el Nobel de la Paz, criticó duramente a su país ante los 20.000 delegados de 187 países, pero les pidió considerar que, para cuando la negociación entre en su año decisivo, George W. Bush ya no estará en la Casa Blanca y la posición de EE.UU. puede evolucionar.
Lo cierto es que el documento finalmente acordado no fija metas numéricas de reducción de emisiones, pero contiene el compromiso de hacer "recortes profundos en las emisiones globales". Un consenso criticado por algunos ecologistas es su falta de metas específicas, pero que permitió que de la reunión saliera el "Plan de Acción de Bali", con un calendario de reuniones hasta el 2009, cuando se firmarse el nuevo tratado.
Las naciones en desarrollo aceptaron que también deben reducir sus emisiones. Recibirán ayuda para enfrentar los efectos del calentamiento global (entre otros, a través de un Fondo de Adaptación), y los países ricos prometen transferirles tecnologías limpias. Habrá compensaciones monetarias a los países pobres que frenen la deforestación, la cual tiene una responsabilidad en la emisión de gases de efecto invernadero casi igual a la de EE.UU. o a la de todo el transporte mundial.
Balance de la conferencia
Teniendo en cuenta que en Bali no se negociaba el tratado que debe sustituir al de Kioto, sino que se trataba de una negociación sobre cómo se negociará. En ese sentido, quedan lineamientos lo suficientemente claros como para que, en el 2009, en Copenhague, la humanidad se premuna de una herramienta consistente para enfrentar el gran reto del siglo XXI.
La segunda razón por la cual Bali puede ser un paso significativo es que se da la voz de alarma sobre la gravedad del calentamiento del clima de la Tierra, como consecuencia de la emisión de gases contaminantes que generan el llamado “efecto invernadero”. El grado de catastrofismo depende un poco de los datos que consulte cada experto y de la angustia personal que le produzcan. Y pesan los intereses de gobiernos e industrias. Pero la ONU ya ha señalado que, en el más benévolo de los casos, en el 2050 la temperatura promedio del mundo será dos grados centígrados más y el impacto en las naciones y capas más pobres puede ser tremendo.
Datos a tomar en cuenta después de Bali
El enfrentamiento entre los científicos y los políticos y entre buena parte de la comunidad mundial, que demanda acción, y gobiernos que se resisten está cambiando, asunto que se ve reflejado en el Congreso de los EE.UU. cuando leyes imponen eficiencia ecológica a los fabricantes de automóviles. Así mismo, el mismo presidente George Bush actualmente apoya la actividad concertada contra el cambio climático.
China, donde cada semana se inaugura una planta de generación de energía con carbón, empiezan a admitir que deben actuar y que el desarrollo no puede ser a cualquier precio. Por último, la derrota electoral de los conservadores australianos, llevó a los representantes de Australia a anunciar, que firmará el Protocolo de Kyoto.
Esta es una muestra de la revolución ecológica, del fortalecimiento de la conciencia de que la humanidad se está jugando su futuro en el medio ambiente. Copenhague puede verse con optimismo.
En la declaración escrita hecha por el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, encontramos palabras que pueden contribuir a entender y precisar el problema del calentamiento global. Aquí la transcribimos del articulo de opinión del Washinton Post del 3 de diciembre del 2007.
Palabras celebres
“Es evidente que tendremos que seguir utilizando combustibles fósiles por algún tiempo. Se requiere de acción en el Norte para el crecimiento de energías limpias en el Sur ”, De Boer.
“No sirve decirle a la gente: sus chozas permanecerán sin luz para que puedan respirar aire puro”, Sudha Mahlingam, experto en energía que representando los intereses de la India
“Los países ricos pueden demostrar que van en serio si aceptan, unilateralmente, en Bali una reducción de las emisiones de al menos un 30 por ciento hasta 2020', Stephan Singer, experto del World Wide Fund (WWF).
"Es imprescindible que se utilice la oportunidad que ofrece Bali para incluir el mantenimiento de las selvas en las discusiones sobre el cambio climático y entre las soluciones para afrontarlo", Paolo Adario, coordinador de la organización ecologista en el Amazonas.
"No es justo esperar que países que tienen muy pocos recursos económicos puedan preservar sus bosques. Es necesario que la comunidad internacional ponga recursos sobre la mesa para que esos países puedan proteger sus bosques de forma eficaz y al mismo tiempo ayudar al clima y proteger la biodiversidad y a las comunidades indígenas locales", Paolo Adario.
Bali y después de Bali: una nueva economía no contaminante
Por Ban Ki-moon
Lo ha dicho la ciencia: el calentamiento de la Tierra es real, y nosotros somos una de las causas principales.
Hemos escuchado las advertencias. A menos que actuemos, ahora, tendremos que hacer frente a graves consecuencias. Los hielos polares pueden derretirse. Aumentarán los niveles del mar. Un tercio de las plantas y los animales del mundo podrían desaparecer. Habrá hambrunas en África y Asia central.
La buena noticia pasa casi desapercibida en el debate: podemos hacer algo al respecto, y más fácilmente y a un costo mucho menor que lo que la mayoría de nosotros imaginamos.
Estas son las conclusiones del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, el órgano científico que recientemente compartió el Premio Nóbel de la Paz. Si bien su lectura hace reflexionar, no debemos pasar por alto que su mensaje fundamental es optimista: repito, podemos lograrlo, de formas que al mismo tiempo sean económicas y promuevan la prosperidad.
Esta semana, los líderes mundiales se reúnen en la cumbre de Bali. Hace falta un acontecimiento decisivo: un acuerdo amplio sobre el cambio climático que sea aceptable para todas las naciones. Debemos fijarnos un programa, una hoja de ruta hacia un futuro mejor, con un calendario firme, para que en 2009 podamos decir: trato hecho.
No sabemos todavía qué forma podría tomar tal acuerdo. ¿Debería establecer un impuesto sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, o crear un sistema internacional de compra de cuotas de emisiones? ¿Debería prever mecanismos para evitar la deforestación, a la que se atribuye el 20% de las emisiones de dióxido de carbono, o ayudar a los países menos adelantados a adaptarse a los inexorables efectos del calentamiento de la Tierra —efectos que ellos sufren desproporcionadamente? ¿Debería hacer hincapié en la conservación y los combustibles renovables, como la biomasa o la energía nuclear, o disponer medidas para transferir las nuevas tecnologías no contaminantes en todo el mundo?
La respuesta es, desde luego, una variante de todas las mencionadas, y mucho, mucho más. Si las negociaciones quedan empantanadas en la amplitud y complejidad de los problemas, perderemos nuestro recurso más valioso: el tiempo. A este respecto, es útil tener una visión de cómo podría ser el futuro, si tenemos éxito. No será tan solo un mundo más limpio, más sano y más seguro para todos. Si la llevamos adelante correctamente, nuestra lucha contra el calentamiento de la Tierra podría, de hecho, crear el marco para una transformación de la economía mundial, una transformación ecológica que impulse el crecimiento y el desarrollo en lugar de entorpecerlos, como temen muchos dirigentes nacionales.
Hemos sido testigos de tres transformaciones económicas en el siglo pasado. Primero vino la revolución industrial, luego la revolución tecnológica, seguida por nuestra era moderna de globalización. Nos encontramos ahora en el umbral de otro gran cambio: la era de la economía no contaminante.
De ello hay indicios por todas partes, a menudo en lugares inesperados. En una reciente visita a América del Sur pude constatar cómo el Brasil se ha convertido en uno de los mayores protagonistas de la economía no contaminante, ya que satisface aproximadamente el 44% de sus necesidades energéticas con combustibles renovables. El promedio mundial es del 13%, y la cifra es del 6,1% en Europa.
Se habla demasiado del hecho de que China podría sobrepasar a los Estados Unidos como mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero. En cambio, no son tan conocidos sus recientes esfuerzos por hacer frente a graves problemas ambientales. China invertirá este año 10.000 millones de dólares en energía renovable, cifra superada únicamente por Alemania. China se ha convertido en líder mundial en energía solar y energía eólica. En una reciente cumbre de dirigentes de Asia oriental, celebrada en Singapur, el Primer Ministro Wen Jiabao se comprometió a reducir el consumo de energía (por unidad de PIB) en un 20% en un plazo de cinco años, compromiso que no dista mucho, en espíritu, del compromiso contraído por Europa de reducir en un 20% las emisiones de gases de efecto invernadero para el año 2020.
Este es el camino a seguir. Según algunas estimaciones, el aumento de la demanda mundial de energía podría reducirse a la mitad en los próximos 15 años simplemente mediante la aplicación de tecnologías ya existentes que produzcan un rendimiento sobre la inversión de un 10% o superior. En el nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático se exponen medios muy prácticos: desde normas más estrictas para los aparatos de aire acondicionado y refrigeradoras hasta una mayor eficiencia en la industria, la construcción y el transporte. Se calcula que superar las consecuencias del cambio climático podría costar tan sólo el 0,1% del PIB mundial por año en los próximos tres decenios.
El crecimiento no tiene que verse afectado y, de hecho, podría acelerarse. Según un estudio de la Universidad de California en Berkeley, los Estados Unidos podrían crear 300.000 puestos de trabajo si el 20% de las necesidades de electricidad se suplieran con energías renovables. Una importante empresa de consultores con base en Munich prevé que al final del próximo decenio habrá más personas empleadas en el sector de tecnologías ambientales que en la industria automotriz. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que las inversiones mundiales en energía que no produce gases de efecto invernadero ascenderán a 1,9 billones de dólares para el año 2020 —capital que puede dar lugar a una reconfiguración total de la industria mundial.
En muchos lugares del mundo, las empresas ya están pidiendo que se adopten políticas públicas claras sobre el cambio climático, independientemente de la forma que puedan tomar: regulación, límites máximos de emisiones o directrices de eficiencia. La razón es evidente. Las empresas necesitan reglas básicas. Ayudar a su elaboración es una función muy propia de las Naciones Unidas.
Nuestra tarea, en Bali y después de Bali, es encauzar esta transformación mundial —abrir la puerta a la era de la economía y el desarrollo no contaminantes. Lo que falta es un marco mundial dentro del cual nosotros, los pueblos del mundo, podamos coordinar nuestros esfuerzos para hacer frente al cambio climático.
Los científicos han cumplido su tarea. Ahora les toca a los políticos. En Bali se pone a prueba su liderazgo. ¿Qué estamos esperando?
Declaración escrita por el Secretario General de las Naciones Unidas
Correo-e: munizasociados@gmail.com
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