El arroz nuestro de cada día
Los snobs, dietistas, huachafos siempre tienen una actitud agria y un trato soslayado al producto que por excelencia mantiene su presencia en varias sociedades, algo así al trato que le dan a la papa, tubérculo peruano de origen andino, la cual fue salvadora de hambrunas especialmente en Europa.
En el caso del arroz, el Perú tiene varias zonas productoras de este grano; la zona costera tradicionalmente productora es la región de Lambayeque – La Libertad, como también en el sur peruano, en Camaná región de Arequipa. Como lugares de reciente adaptación a su producción se encuentran en la Selva Alta, los valles del Huallaga Centra, Bajo Mayo y Biabo, áreas donde se concentran los productores de mayor importancia en la actualidad.
Cabe señalar que hasta los años ochenta la conexión entre la Selva Alta y la Costa Peruana era penosa y muy difícil de transitar; cómo no tendría que serlo cuando se tiene que atravesar las tres Cordilleras de los Andes (Oriental – Central – Occidental).
Hasta hace dos décadas fue más barato importar arroz que adquirir el nacional; hoy la figura se invierte, sin embargo el problema del alza de su precio es generado por los molineros, comerciantes y especuladores, el cual llega al consumidor por cada kilogramo a un dólar americano que equivale a dos soles con setenta centavos, cantidad de dinero con que subsiste una familia pobre en el Perú un día.
Lo anecdótico es que hasta en los matrimonios para la felicidad de la pareja se les ofrece arroz; mientras en el sur de los Estados Unidos de Norteamérica los pobladores afro-americanos tienen un proverbio que dice “si estoy comiendo arroz, estoy en casa”; por estas dos razones, entonces, por qué menos preciar al arroz y por qué dejar que suba su precio.
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