El título de esta entrega es en serio. Allá por el año 1989, cuando Alan García Pérez, terminaba su primer gobierno, hubo zafarrancho; todo el mundo en la administración pública hizo lo que quiso; el desasosiego era de todos los días, el desborde de la indisciplina fiscal era incontrolable, los ministerios eran plazas de toros, parecidas a la de Pamplona-España, no por la fiesta sino porque los funcionarios, desde el ministro, corrían en estampida, tal vez por lo que se les esperaba cuando concluyera el mandato de Alan García Pérez.
Por aquel año de 1989 daba lástima que el Instituto Nacional de Planificación-INP, quedara descabezado, pues el jefe de entonces salió disparado de las instalaciones, seguramente para tomar mejor recaudo; tal vez temía lo que le esperaba, pues el INP dependía directamente del Despacho Presidencial, pues era un ministro sin cartera, con voz pero sin voto.
Han pasado algunos años, para ser exactos 22, pero parece y huele como si hubiera sido ayer. Hoy la historia aprista se repite, desde ayer 19 de marzo 2011, se conocía que el primer ministro, José Antonio Chang, había renunciado y hoy se sabe más o menos que su reemplazante es Rosario Fernández, actualmente ministra de justicia. La irresponsabilidad siempre acompaña a Alan García Pérez, cómo puede un gobierno que se auto califica como triunfador, presente tan dramático espectáculo, siendo lo más patético de este ultimo capitulo (?) que el nuevo gabinete tendría que presentar su plan de trabajo ante el Congreso, cuando solo falta cuatro meses para que se termine esta película de mal gusto.
Esta irresponsabilidad es lo que hace más daño al Perú. Los ojos del mundo se posan ante el Perú por semejante irresponsabilidad política, dejando al desnudo las intenciones del presidente García. Al parecer volvemos a las odiosas comparaciones, porque no podemos dejar de recordar los últimos meses del gobierno fujimontesinista, tan solo hace once años.
Sin duda alguna este es un golpe duro para la estabilidad económica y política del Perú, los responsables deberían dar la cara porque no es suficiente sus renuncias, como dice el ex-primer ministro Chang, “por razones enteramente profesionales”, como si la política no enalteciera a un profesional. El caso del ministro Juan Sarmiento es lamentable, por encontrarse ausente, por motivos de enfermedad, pero porqué no renunció en su oportunidad.
Alan García Pérez, no es dramaturgo, tampoco es estadista, pero al parecer pasará no a la historia del Perú, sino más bien al anecdotario.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario