Hemos tenido la oportunidad que ofrece la vida de ser testigos de la evolución del enraizamiento y consolidación de las plantaciones de coca en el Huallaga Central y Bajo Mayo, como también fuimos testigos de las consecuencias político-militar que trajeron las medidas adoptadas en la década de los 90’s. Tal vez sea esta la oportunidad de implementar todo un sistema técnico-civil en zonas sensibles en lugar de instalar bases antidrogas en el VRAE y Huallaga.
Si la memoria no falla fue desde mediados de la década de los 80’s, más o menos, en que el narcotráfico salió a la luz en el Perú, con sus implicancias socioeconómicas y políticas. No es imperativo hacer una cronología de los hechos, sin embargo sí es oportuno ubicar el sitio donde se circunscribió la experiencia.
Hasta el año 1982 la zona del Huallaga Central y Bajo Mayo, ubicada en el departamento de San Martín, era un área de solaz esparcimiento y de trabajo, hablamos del área que va desde la provincia de Moyabamba al norte de Tarapoto, hasta la Provincia de Juanjui, provincia limítrofe con el valle del Alto Huallaga, departamento de Huánuco.
Cuando decimos esparcimiento queremos decir que la tranquilidad y la seguridad de los ciudadanos eran altas, puesto que se podía hacer uso de las ciudades sin necesidad de alguna precaución adicional que cualquier ciudadano debe tomar en cualquier ciudad normal. La Banda del Shilcayo, a unas cuantas cuadras de la plaza mayor de Tarapoto es una muestra; lo mismo se puede decir de la ciudad de Moyabamba o Rioja, donde la tranquilidad era tan palpable que el visitante podía dejar la puerta abierta de su habitación y no pasaba nada; tal vez se pueda decir que la otrora tranquilidad de Moyabamba hubiese servido muy bien para un retiro espiritual o para la luna de miel de los recién desposados.
Después del año 1982 todo cambió. Las calles eran inseguras, en los hospedajes la tranquilidad desapareció, los restaurantes, fuentes de soda, plazas públicas tenían otra fisonomía. La gente foránea era distinta; los que usaban gafas Ryban, jeans y un maletín James Bond, inmediatamente se les identificaba con los “narcos”; se veían individuos varones con las camisas desabotonadas, luciendo gruesas cadenas de oro, relojes Rolex, y muchísimo dinero en dólares. La prostitución era por aquel tiempo menester de disfrute para los narcos, por eso, ellas venían de todos lados del Perú y desde Colombia.
¿Qué había pasado? Simplemente, cuando en el Alto Huallaga los terroristas de MRTA y las fuerzas armadas se enfrentaban causaban tanta zozobra que la gente que se veía amenazada viajaba a Tarapoto, Moyabamba o Rioja; eran en su mayoria los narcos salidos de Uchiza. Esa invasión alteró hasta el sistema de precios de los comestibles, de las bebidas y de cualquier producto que ofrecían estas ciudades. Otra cosa eran ciudades más pequeñas, como Saposoa, donde se sembraba coca en sus alrededores.
En 1986 recorrer la zona del Huallaga Central y Bajo Mayo no era cosa de juego, pues los narcos y los terrucos hicieron de toda esta zona su hábitat natural, no tan abiertamente como en Uchiza, pero al fin y al cabo la habían intervenido. Los vuelos en avioneta daban una idea clara de lo que se estaba gestando en el campo, el desplazamiento de los cultivos tradicionales como el café, frutales, cereales entre otros por la coca.
Distritos como el de Bellavista, al sur de Tarapoto, eran enclaves de los narcos, donde la migración andina procedente de Cajamarca iba por mejorías económicas, porque en sus lugares de origen no los obtenían. Es así que unos se dedicaban al sombrío de la coca, otros a la cosecha de la hoja de coca, los menos al acarreo, pisado y maceración de la hoja de coca para la obtención de la pasta básica de cocaína, insumo básico del clorhidrato de cocaína.
Esta pobre gente se distinguía por su indumentaria; algunos se les podía identificar por las marcas en los brazos y piernas, debido al contacto que tenían con la hoja de coca y los insumos químicos en las pozas de maceración, cuando pisaban estos productos para la obtención de la pasta básica de cocaína. Muchos de ellos usaban camisas con manga larga y zapatos para evadir las miradas indiscretas y a la policía.
No se exagera cuando se dice que en el campo se podía distinguir claramente a los campesinos productores de arroz de los de cocaína; los primeros mantenían una actitud abierta y sincera en su trato, pero los otros eran apáticos, reservados y desconfiados.
Hoy no cabe la menor duda que todo cambió; han pasado 25 años y el cambio es brutal; si bien es cierto que las fuerzas del orden han hecho y siguen haciendo un trabajo sacrificado y riesgoso, muchos de ellos han caído en las inquietantes relaciones del influjo del poder del dinero.
Por otro lado, una cosa es vigilar otra es tomar acciones, como también no hay que confundir vigilar con monitorear. El monitoreo fue una etapa que ya pasó, puesto que por el año 1986 el gobierno de turno formaba comisiones de análisis, cuando los capos de la droga les llevaba ventaja en el terreno. Sin embargo las autoridades de la época, al estar desconectados con la realidad, por que no tenían la experiencia personal del grave problema que tenían frente a sus narices, daban órdenes, y como burócratas que eran preferían las reuniones a la acción. Hoy en el 2011 los mismos y otros prefieren monitorear cuando ellos saben que desde hace dos décadas se viene monitoreando el cambio de área sembrada con coca con imágenes Lansat o Spot. Nada nuevo dicen cuando hablan de monitorear, pues eso es solo un mínimo aspecto dentro de la dinámica del problema de la producción de hoja de coca, es casi un asunto académico.
El narcotráfico se encuentra en la fase del salto al nivel superior en el negocio de cocaína. La etapa de la localización productiva de coca, de la toma de terrenos o áreas y su consolidación como zonas cocaleras ya pasó hace 20 años. No confundir la etapa de expansión cocalera con la etapa del “salto del grillo”, la cual consiste en que teniendo áreas especificas con cultivos de coca puede saltar de un área a otra con facilidad, reteniendo mano de obra como consecuencia de la pobreza rural. Si se le agrega a la cadena productiva de coca, la producción de la pasta básica de cocaína, el área rural se consolidará para los carteles de drogas. La transformación de la pasta básica de cocaína en clorhidrato de cocaína es el otro eslabón de la cadena del narcotráfico, y este eslabón se encuentra en proceso de consolidación tanto en las zonas rurales como urbanas. Si fuese así, como al parecer lo es, la fortaleza del narcotráfico es innegable.
Quién puede no creer que el VRAE (Valle del río Apurimac-Ene) sea hoy el santuario de la producción de coca y cocaína. Este hecho es producto del conocimiento in-situ de especialistas, que conociendo al dedillo la geografía decidieron un día asentarse en el VRAE. ¡Miren un mapa! ¡Observen dónde queda el VRAE!; es el quinto infierno. Eso es tener un conocimiento real y actualizado de las zonas con potencial cocalero, cuando se sabe que el cultivo de coca se puede producir en cualquier suelo, temperatura y pendiente; cuanto más salino sea el suelo más potente será la cocaína. Esto es lo que saben los especialistas, llámenles ingenieros, agrónomos, agricultores, agrimensores o simplemente gente con conocimiento.
Por lo tanto no es facil tratar este tema y mucho menos darle solución. Definitivamente, la fuerza bruta no ganará esta batalla. Aquí lo que se necesita es inteligencia, tender una red social-técnico-profesional en todos los campos, así como hay especialistas en lavado de dinero, el Perú debe contar con un regimiento de especialistas, eso sí, con gente que tenga experiencia en el campo para que sepa dirigir.
Si esto fallase no hay razón para no hablar de legalización; mientras tanto simulemos situaciones con cada aspecto de lo factible, saquemos nuevas conclusiones técnicas, probemos su efectividad y luego concluyamos con un veredicto lo más cercano a lo aceptable. Mientras tanto no olvidemos que ellos, los que se dedican a la producción de coca y clorhidrato de cocaína llevan muchos años en el manejo y control de este negocio y que el Estado no tiene los instrumentos coordinados para hacer frente a esta situación.
Dicho esto, señalamos los puntos sobre este tema tan controversial en las propuestas de solución del posible presidente del Perú. He aquí las propuestas más atinadas desde nuestro punto de vista:
1. Modificar el marco legal de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) fortaleciendo sus facultades de investigación (Perú Posible).
2. Activa coordinación internacional, potenciando nuestras capacidades en inteligencia estratégica y operacional (Solidaridad Nacional).
3. Eliminar el monopolio de la Empresa Nacional de la Coca; fomentar un nuevo empadronamiento de productores, y una nueva ley de coca (Gana Perú)
4. Control social de los cultivos y no una erradicación compulsiva (Gana Perú)
5. Producir cambios en la conducción de políticas en la selva alta, especialmente aquellas que sostienen el desarrollo rural alternativo (Gana Perú)
6. Lograr mercados agrarios regionales sin degradar el medio ambiente (Gana Perú).
Entendamos que este es un problema social y económico, donde la ley debe prevalecer por encima de cualquier fuerza. Se debe privilegiar la enérgica actitud de la sociedad civil y para esto nosotros proponemos:
1. Cada Pliego Presupuestal debe de tener una o más Actividades en un Programa creado específicamente sobre narcotráfico.
2. Este Programa Presupuestal obligado estará a medir, generar y proporcionar información desde su perspectiva al órgano coordinador central.
3. Debe fundarse un órgano multisectorial encargado de dirigir, procesar, actuar y coordinar todo el trabajo como una sola autoridad, reportando al órgano de línea superior, Presidencia de la República, y retroalimentando a los Pliegos Presupuestales (Programa).
El Estado Peruano tiene la palanca para echar a rodar la iniciativa civil, así como el Ministerio de Economía y Finanzas echó a rodar la modernización presupuestal con el Sistema Integrado de Administración Financiera del Sector Publico – SIAF.
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