PITIRIM A. SOROKIN , dice en su obra “Sociedad, cultura y personalidad, su estructura y su dinámica-sistema de sociología general”, que “la sociología y las otras ciencias sociales estudian al hombre y al mundo hecho por el hombre solo con referencia al espíritu o pensamiento superorgánico”.
Cuando se refiere a la tarea de la sociología y de la ciencia social dice con precisión que dicha tarea “comienza allí donde termina el estudio físico y biológico del hombre y su mundo”, opinión que hoy es desestimada en muchos foros, privilegiando especialmente a lo biológico. Más aún, cuando se refiere a lo superorgánico de la estructura social señala que “los fenómenos superorgánicos son: el lenguaje, la ciencia, la filosofía, la religión, las normas jurídicas y éticas, las costumbres y usos, las invenciones y procesos tecnológicos desde la más simple herramienta hasta el mecanismo más intrincado, las bellas artes (pintura, escultura, arquitectura, música, literatura y drama), la construcción de caminos, la construcción de edificios, los cultivos de campo y jardines, el adiestramiento y domesticación de animales y las organizaciones e instituciones sociales”.
En lo que respecta al adiestramiento y domesticación de animales podría decirse que, en este mundo moderno, al que algunos prefieren llamarlo postmoderno, ciertos asuntos han terminado por imponerse por diferentes métodos, utilizando herramientas que han calado hondamente en las creencias y comportamiento de los seres humanos.
Cuando nos referimos a los métodos, existe uno muy poderoso, eficiente y penetrante, este es la publicidad o propaganda. Qué persona de esta época no ha sentido alguna vez influencias en su comportamiento cuando observa, escucha o huele insistentemente una propaganda por algún medio de difusión; o quién no ha cambiado de opinión aún cuando estaba seguro que la suya era la correcta; por último, quién ha dejado de dudar alguna vez en su vida que lo aprendido solo era un esbozo no muy bien elaborado de la realidad.
La publicidad hoy en día es tan necesarias que no existe una actividad humana que deje de utilizarla; desde escoger a un presidente de la república hasta comprar un simple refresco. Aquí nadie está exento de caer en las garras de la temeraria y agresiva publicad; al igual que un animal, cualquiera que sea este, el individuo es adoctrinado por la publicidad, cual animal circense que aprende una suerte para el deleite del auditórium. Es el caso de haber impuestos en la conciencia de las personas, que no son pocas, por medio de la publicidad, que los animales tienen sentimientos, inteligencia y otros atributos superiores.
Como ejemplo tenemos que, en cualquier ciudad del mundo, como es el caso de Lima, se ven matrimonios entre perros, con vestidos, con fiesta, con padrinos, al igual que las bodas entre humanos. Los dueños de los “perros novios” programan la “boda perruna” tal cual fuera la de un familiar, la cual incluye buffet, carruaje y hasta los partes matrimoniales, sin dejar a un representante oficial que celebre las nupcias, claro, después del casamiento viene el brindis, el paseo en coche y por supuesto la consumación marital.
Esta deformación de las costumbre humanas y trasladada a otra especie choca contra lo que afirma Sorokin cuando escribe, “fuera de la especie humana solo pueden observarse rudimentos de conducta superorgánica; así ocurre, por ejemplo, con los reflejos e instintos, con las sensaciones, afecciones y emociones; con los indicios de imaginación reproductora; con la asociación elemental de las imágenes y una capacidad rudimentaria para aprender por experiencia…Sin un sistema nervioso y un cerebro desarrollado, muy pocos pueden aprender por experiencia personal por más que se les enseñe…Los animales, carentes de facultades psíquicas superiores, no pueden desarrollar el lenguaje, la ciencia, la filosofía y otros sistemas superorgánicos. Lo poco que pueden aprender es solo por medio del mecanismo de los reflejos condicionados”.
Siguiendo con el rescate de lo humano, subraya Sorokin algo más interesante y contundente, “Nadie, aislado desde su nacimiento de los otros seres humanos, puede desarrollar su espíritu en un grado considerable. Kaspar Houser, Ana, el muchacho de Hesse, la muchacha de Songi, la niña encontrada en un bosque cerca de Chalons en 1931, Amala y Kamala –niños lobos- y otros así aislados de los demás seres humanos, se lo halló incapaces de hablar, de ejercer la memoria o de resolver simples problemas mentales, asemejándose más bien a animales que a personas inteligentes”, con excepción de Tarzán. Adicionalmente subraya que “el conocimiento científico, el pensamiento filosófico, el gusto estético y otros rasgos superorgánicos, no son tampoco heredados biológicamente, sino aprendidos de otros seres humanos mediante una interacción incesante con el mundo hecho por el hombre, en su calidad de depositario de los valores superorgánicos”, echando por tierra la creencia actual de que los genes son el jardín de nuestra herencia. ¡Horror! dirían los progenitores de cualquiera de los exterminadores en la II GM.
No cabe duda que a la sociología se le debe restituir el nivel que se merece; somos nosotros los seres humanos los que de una u otra manera nos dejamos influenciar en nuestras convicciones por corrientes de opinión que manipulan y alteran el conocimiento adquirido. La sociología no es bastión de unos cuantos disertadores ni de cúpula alguna. La sociología es la que “estudia aquellas propiedades de lo superorgánico que se repiten en el tiempo y en el espacio; esto es, los caracteres que son comunes en todos los fenómenos socioculturales (sociología general), o bien a todas las variedades de una clase determinada de fenómenos socioculturales, a todas las guerras, las naciones, revoluciones, religiones, etc., (sociologías especiales). En virtud de este carácter generalizador, la sociología difiere profundamente de la historia y de las otras disciplinas humanistas e individualizadoras”.
Por lo tanto es patético observar el comportamiento de los anfitriones de “matrimonio perrunos” y la confusión de los nuevos dueños de perros. Tener un perro es un asunto muy diferente a tener un perro y tratarlo como a una persona humana. Podría decirse y qué de la sociología en este asunto. En este caso solamente es para recordar nuestra condición de seres humanos en el conjunto de la escala zoológica. Dejemos a los incautos dueños de perros que sigan enriqueciendo a los comerciantes que venden salud para los perros; nada peor para los dueños de los perros hacer el ridículo sino también estar al nivel de sus mascotas. ¿Será que se entienden?
Subscribe in a reader
Subscribe to Asesoria Economica-Financiera y Medio Ambiente by Email
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario