Apropósito del caso de la compra de 469 camionetas para la Policía del Perú.
Hoy 07 de marzo del 2007 a las 11:18 en la Comisión de Fiscalización y Contraloría del Congreso de la Republica del Perú, el Primer Ministro anuncia que suspendió la transacción con la compañía proveedora de las camionetas. Anota que el trabajo de la comisión presidida por el Sr. Richard Web fue impecable, que él le ofrecerá un pago aunque no se le informara a cuánto asciende sus honorarios. Como si fuese su plata.
Lo mismo hizo en la reunión del Consejo de Ministros a primeras horas de esta mañana.
El Presidente de la Republica cede la palabra al Primer Ministro para que anuncie la suspensión del contrato con la compañía Gildemeister, proveedora de los vehículos; también anuncia que la compañía devolverá al Estado peruano los once millones de soles que le fueron entregados por adelantado. Todos lo gratifican con aplausos.
Si de ahorrar se trata, en 1997 nosotros hicimos un ahorro en licitaciones y/o concursos públicos por un monto de 22’053,216 soles, sin mucho aspaviento ni tanta alharaca como lo ha hecho el Sr. Richar Web y su comisión. A otro idiota con ese cuento.
Aquí tienen nuestra opinión–experiencia, con mucha objetividad y sinceridad. Si nos necesitan comuníquense con nosotros que les cobramos barato.
Los problemas que enfrenta la administración de un Estado, después de haber pasado por una etapa prolongada de autoritarismo, como fue el caso de Perú, es la transformación del ser humano o si se prefiere decir del trabajador.
El autoritarismo siempre está asociado a la inmoralidad extendida y a la corrupción; provoca, incita al ser humano sacándole lo más perverso que guarda, ya sea por temor o simplemente por cobardía. El daño que causa el autoritarismo a una sociedad solo puede ser reconocido después de un espacio de tiempo y sólamente cuando la voluntad política lo exija, lo vea necesario y sea de vital importancia.
Las tiranías esconden su mediocridad tras de sí y siempre en compañía de un número de políticos incondicionales. Usan los mejores argumentos para que no se permita el contrastarles, más bien se les permita el camuflaje y su continuidad en la impunidad. El tirano es cobarde. En una sociedad angustiada no hay un líder, solamente hay una horda que es liderada. Los propios y ajenos a sociedades envilecidas reconocen los fragmentos psíquicos que se alojan en el imaginario popular cuando de desgracias sociales se trata. Sin duda que no todo es unánime. El hacer del Estado un botín es una decisión que no solamente se tiene como objetivo, es más bien el fin que persigue la horda cuando ostenta el poder. Cuando manejan los hilos del poder en cada una de las reparticiones o ministerios les es necesario poseer un grupo de tucuiricuy, otro grupo que dirija las acciones, sus ejecutores y el grupo al cual se imparten las ordenes. En este tipo de administración siempre se distinguirán los que ostentan el poder y los que ejecutan las ordenes, no siempre hay disidentes; existirán sacrificados y descontentos pero sin ninguna influencia.
No siempre se podrá ver claro en momentos turbulentos. Casi siempre el miedo o temor de perder algo se hará presente. Sin embargo nunca se acostumbrarán ha tener seguridad, la que siempre han esperado. La seguridad estará dada por la necesidad de tenerla no importando si la horda se la ofrezca o garantice.
Obtenida la ansiada seguridad el individuo se percata de la existencia de otra dimensión y cuando se da cuenta de su existencia se moverá como pez en el agua. Llegará a percibir cualquier cambio y por supuesto su fuente de origen. Cuando detecte peligro, que provenga de cualquier dirección, sabrá manejar sus respuestas y consecuencias, siempre en postura sumisa y condescendiente, como cuando el perro esconde la cola después de la pelea perdida.
La actitud sumisa va siempre acompañada con amabilidad, lo cual neutraliza o tiende a disminuir o engañar al que va dirigida la acción. Esta actitud es la más común en la administración pública y la que más difundida se encuentra, es la que muy poco o nada ha cambiado en un siglo.
La sinceridad profesional o respeto personal solo es observada rara vez, por lo general es consecuencia “de” pero no del “por que”. En la maraña de estropicios, desencantos, desalientos, la obsecuencia es alimentada en cada oportunidad. El interés por la mediocridad es lo de mayor realce. La proclividad por el engaño es el estandarte. En estas circunstancias el mimetismo es una necesidad de sobre vivencia y cuando se sabe engañar muchas puertas se abren.
En los procesos de adquisiciones de bienes y servicios lo primordial es el ser humano. Mil veces es preferible contar con un hombre honrado y honesto, que con un genio en economía o administración y dirección de empresas.
La complejidad de los sistemas administrativos corruptos son neutralizados con métodos y experiencias que vívamente sean requeridas por la realidad de las cosas. Imponer tal o cual sistema no es lo preferible, lo mejor es persuadir a que lo usen. Sin duda que el convencimiento generalizado es consecuencia de las filtraciones utilizadas para mediatizar al tirano, siendo el trabajo y su implementación técnica los elementos más importantes y necesarios.
La organización es la puerta del éxito, siendo esta eficiente cuanto menos pasos utilice en la obtención de resultados. El número de personas no es lo determinante, se trabaja con el número de personas con que se cuente. Su optimización es el resultado de la mejor utilización de la mano de obra, del diseño administrativo que se haga y de la distribución armónica en cada uno de los segmentos del proceso administrativo, esto es, desde que ingresa al sistema una solicitud o requerimiento hasta que sea materializada y entregada al solicitante.
Un análisis FODA es vital; conocer la situación actual del área administrativa, proponer los objetivos y proyectos entre otros puntos es en lo que se debe de pensar e implementar bajo un verdadero liderazgo. Esto es lo que implementamos en el Ministerio de Salud (MINSA) en 1997.
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