Cuántas veces nos preguntamos por qué no se soluciona el problema de la droga. Ya Borges decía y contaba una anécdota sobre el uso de la cocaína (la dama blanca) en un barrio de Buenos Aires. Hoy su uso ha proliferado, no solo en los niveles pudientes de la sociedad o los medios académicos, sino recordemos a Sigmund Freud por su persistente uso de la cocaína.
A raíz de su popularidad, los enfoque para erradicar, controlar, sustituir, son vocablos que se han venido utilizando a lo largo de los últimos 25 años. El ataque policiaco, tecnológico y mediático han hecho de este tema, no en muchos casos la prolongación de la corrupción, la contaminación de grandes sectores gubernamentales y la proliferación de su uso.
El Perú no es ajeno a esta problemática y su población se ha visto, se ve y se verá envuelta en esta vorágine del uso directo o como victima colateral.
No se sabe, cuando se trata este tema, si se considera a la cocaína como un bien económico o como una droga. Lo cierto es que su tratamiento es muy restringido; al final sólo se trata este asunto desde un punto de vista legal, familiar, religioso, social o humano.
En 1979 la coca tenia una participación en el PBI del Perú de 1.1 m.m.d*. Esta cifra creció al siguiente año a 1.8 m.m.d., en 1981 fue de 2.2 m.m.d. y en 1982 fue de 2.4 m.m.d. Con estas cifras corroboramos la progresiva presencia de la coca en la economía del Perú. Entre 1979 7 1988 la participación de la coca en el PBI agrícola fue entre 0.2 y 0.7 m.m.d.
La superficie y producción de hoja de coca siempre va en aumento. En diez años (1979-1988) el área cosechada con coca se incrementó en 102.1 miles de hectáreas y su producción en 175.2 miles de TM de hoja de coca. Esto significa negocio prospero. En el mismo período de tiempo la producción de pasta básica de cocaína (PBC) se incrementó en 1761 TM que equivalen a 1,761 millones de gramos. Otro negocio redondo, por que representa como mínimo US$ 276’018,808.
Pero esto no es todo. En 1980 el ingreso nacional que brindó la coca fue de 1.1 m.m.d., en 1982 fue de 1.3 m.m.d. y en 1988 de 1.4 m.m.d.. Hoy se calcula en 4 m.m.d.
Frente a este inmenso poder económico no existe programa de sustitución de cultivos que compita, sino veamos. La superficie total del territorio peruano es de 128.5 millones de hectáreas, de las cuales 20 millones de hectáreas reúnen condiciones óptimas para el cultivo de la hoja de coca, especialmente en la región de Selva Alta.
En esta región se han deforestado seis millones de hectáreas, de las cuales 600 mil hectáreas (10%) corresponden al cultivo de la hoja de coca. Lo más grave es que la mayor parte de los cultivos se ubican en tierras de protección que “están representadas por terrenos de topografía abrupta, de fuerte disección por el proceso erosivo, condiciones de clima nuboso y de muy alta precipitación así como por las extensas áreas de pantanos del penillano amazónico, ricos en fauna acuática, las mismas que constituyen expresiones típicas de esta clase de Tierras de Protección” (ONERN 1982).
Pero esta localización de los cultivos de hoja de coca propicia nada menos que la perdida de la cubierta vegetal, de la fertilidad de los suelos, erosión, modificación del régimen hidrológico, colmatación con sedimentos de los lechos fluviales, modificación de los habitats para la vida acuática y la fauna silvestre.
Esta es la primera controversia que presenta este problema. Por un lado el inmenso emporio de riqueza que genera la comercialización de la cocaína y por otro lado el daño ecológico irreparable. Puede sonar inocuo lo de daño ecológico pero su gravedad es mucho más comprometedor que el consumo de cocaína, pues todos los problemas antes señalados ya son una realidad en el Perú y al ritmo del desarrollo de esta situación no cabe duda que en veinte años se habrá aniquilado gran parte de esas 54’300,560 Ha. de Tierras de Protección.
A manera de un espejo donde se debe mirar el Perú, el prestigioso semanario OIGA publicó el 27 de febrero de 1989 lo siguiente. La floresta amazónica cubre cerca de siete millones de Km2 del territorio continental de Sudamérica. Al año más de 27 mil Km2 de bosques son incendiados en la amazonía para conseguir madera y abrir nuevas áreas de purma para el ganado; a esto se añade el narcotráfico y su secuela. Por cada metro cúbico de madera que se comercializa son destruidos 25m3 de troncos de “mala calidad”. Un tronco de caoba aumenta diez veces su precio entre el trayecto entre la selva y el aserradero, y más de quince veces cuando llega a las fabricas de muebles finos o a los puertos para ser exportados. En 1972 la región de Marabá y Carajás, Estado de Paraná, tenia una superficie deforestada de 300 mil Km2, donde esta ubicada la zona minera de la sierra de Carajás. En Rondonea con 243 mil km2 para 1992 se perderá toda su selva. En Brasil cada año queman 5,200 Ha. de selva virgen para abastecer de un millón de toneladas anuales de carbón vegetal a once empresas que producen hierro fundido en Carajás. El 20% de la amazonía brasileña ya fue “limpiada” de vegetación, un área superior a los 500 mil km2. Los que lucrarán: las empresas mineras en 976,533 km2, cien mil buscadores de oro, empresas constructoras que han cubierto 20 mil kilómetros de carreteras, empresas que construyen las represas. Perdedores: indígenas, colonos, la humanidad.
En el Perú, solamente la sustitución de cultivos de forma masiva tal vez podría contribuir hacer frente a semejante cataclismo. El Perú debe sustentar su combate contra las drogas en base al reclamo del daño ecológico. No significa que el factor social debe ser ajeno, pero la sociedad en su conjunto está por encima de lo particular, ya que de otra forma se desplazaría la fuerza para dicho combate o esta lucha se perdería legalizando su uso.
(*) m.m.d.: miles de millones de dolares
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