Oscar Muñiz Corro
La economía de por si no soluciona nada, ni los problemas de
los pueblo, mucho menos el de una nación. Sin su interrelación con otras
disciplinas se podrá percibir la angustia academia de la economía. No nos
dejemos engañar con salmos o con recordatorios frecuentes en cualquier situación
de crisis.
El siglo XIX fue matrona de la imaginación de donde
partieron los grandes pensadores que antes de ser economistas fueron filósofos. Que unos postulen académicamente
el florecimiento del entendimiento de la economía y otros profundicen los
mecanismos de la reivindicación de la condición humana son acontecimientos que
grafican de una u otra manera fenómenos como el progreso, la explotación humana,
el trabajo o la riqueza y, porque no, el fracaso.
El caso peruano es un ejemplo de ello; no sale de su atolladero,
que es depender de lo único que tiene,
sus recursos mineros, sin un ápice de valor agregado que le permita incursionar
en el campo de la investigación y desarrollo. Las loas lanzadas por organismos , que aunque no sean de nuestra simpatía
tienen un peso específico en este mundo globalizado, enaltecen lo de siempre,
mantener al Peru con una economía primaria minero exportadora sin horizonte
alguno en su desarrollo económico.
Los últimos acontecimientos en la vida política corroboran
sin lugar a dudas que la corrupción que siempre existió no fue solo herencia de
la etapa virreinal española, sino también de la corrupción desde los albores de
la república, tal sistema de saqueo que prevalece y es acondicionado según quienes
detentan el poder.
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