Oscar Muñiz Corro
En el caso peruano, para promover el crecimiento del PBI,
debiese tenerse en cuenta el incremento de la inversión pública, la privada y
el consumo. El objeto es disminuir las brechas en los componentes socioeconómicos,
de infraestructura física, incluyendo los servicios de agua potable,
transporte, energía, entre otros servicios. Es necesario advertir, que esta es
una obligación a la que se debe aspirar no como canto de un solo día; es un
trabajo sostenido en el tiempo, para todos los gobiernos durante los próximos 50
años como mínimo.
Para tal efecto se requiere de una política económica que
estimule el crecimiento económico, que permita desaparecer de un porrazo
aquella política económica de tipo contable de corto plazo, que solo estimula y
pone contentos a los promotores del voceado equilibrio económico, no solo como
concepto sino también como herramienta de desarrollo en una economía pobre como
la peruana.
El déficit fiscal peruano en el 2017 fue de 3.5 % del PBI.
Obviamente en estas condiciones hacer frente a una política económica que
iniciara la solución de problemas era prácticamente imposible. Es perentorio
que los técnicos del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), encargados del
diseño de esa política económica deberían estar en la obligación de decir cómo
hacerlo.
Hoy es demasiado tarde.
Existen temas que deben ser sopesados e incluidos en el
marco económico, pues es sabido que todo lo económicamente planeado no contempla
la realidad tal como es. Esto es lo que los economistas del MEF no previeron o
no quisieron prever, cuando en el 2016, a la hora de plantear la política
económica para Pedro Pablo Kuczynski dejaron de incorporar en su política económica
la variable corrupción. Como resultado, todo se vino abajo.
Hoy el Perú esta como esta. Un país de apariencias e
inviable.
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