Oscar Muñiz C.
Las desgracias siempre vienen acompañadas.
Hace 37 años el Perú retornaba a la democracia, después de
haber sido gobernado por dos juntas militares, aquellas que desde 1968 usurparon el poder político con la fuerza
de los tanques y de los sables.
Fue en 1980 que la ciudadanía regreso a las urnas para
elegir a sus representantes para el
Congreso Nacional y para presidente de la república. No obstante, también se
gestaba la aparición del grupo armado Sendero Luminoso, grupo terrorista que
fuera el más sanguinario de la historia reciente.
Paralelamente se gestaba la reivindicación del partido
político más antiguo e histórico del Perú, el cual no había logrado llegar a
gobernar por franca oposición civil-militar desde la década de los años treinta
del siglo XX. Sin embargo después de haber pasado cinco años del regreso a la
democracia, su líder, un joven político
logro llegar a la presidencia.
Tanto la aparición terrorista de Sendero Luminoso, como el
enfrentamiento a la atrofia económica del país, generada por aquel gobierno
catastrófico del joven político, fueron envestidos por la ciudadanía peruana
con gesto adusto y sin titubear. Con el ingreso a la presidencia del popular
presidente extranjero, se inauguró la antesala de la caza más audaz e inteligente de toda la cúpula terrorista y
luego de cinco años se inauguró lo más terrible e inimaginable en la vida de
todos los peruanos, especialmente de la sociedad andina y de los marginales
urbanos.
Sin embargo, paralelamente al terrorismo de Sendero Luminoso
nació el terror del Estado, el cual se
hizo presente con asesinatos, desapariciones, impunidad, esterilizaciones de
mujeres, desprecio a los derechos civiles y humanos. Fue un grupo de militares
y civiles los que lideraron este nefasto movimiento, hasta que después de un sobre
humano esfuerzo ciudadano se logro defenestrar del poder a dos de sus
cabecillas, al presidente extranjero y su asesor personal, un capitán en retiro
y, con ellos a un cumulo de esbirros.
Luego de esta etapa los aires de democracia se volvieron a
respirar. La dupla que gobernó el Perú hoy se encuentra en la cárcel, pagando a
la sociedad peruana la vergüenza, el saqueo y el latrocinio perpetrado en
nombre de la libertad. Uno de ellos, aunque sin vergüenza para la mitad de los
peruanos aspira a obtener su libertad. Para ello, sus áulicos apoyan su
aspiración, aduciendo la acumulación de años que tiene en cárcel y por ser un octogenario.
Debe decirse que hasta la fecha jamás mostro su arrepentimiento ni pidió perdón
a los peruanos. Más bien los dividió, los encapsulo con la idea que sin su
presencia el Perú volverá por el sendero de las desgracias, para ello tiene ocupados
a parte de su prole.
Dejarlo en libertad seria fomentar el doblez de la justicia.
Dejarlo en libertad sería dejar de lado el cumplimiento de la ley, premio a lo
que la mayoría de peruanos se han acostumbrado. Dejarlo en libertad sería una insolidaridad con los miles de
desaparecidos y sus deudos, producto de la atrocidad terrorista y
gubernamental.
En nombre de la libertad, de la justicia, de los tiempos en
democracia y del progreso no solo económico no dejemos que un grupete de
esbirros y áulicos allegados al sátrapa ex presidente extranjero avergüence y
humille una vez más a los peruanos.
Que la justicia se imponga para que la esperanza fortalezca
a los peruanos.