Oscar Muñiz C.
Antes que se le diera la bienvenida a la década de 1990,
Lima sufría de un caos vehicular inimaginable, pues la escases de vehículos en
el parque automotor de transporte publico era evidente, antiguo y sin ninguna
seguridad para el usuario. El servicio de taxi era deficiente, sus tarifas eran
inalcanzables para la mayora de la población, entre otras limitaciones y
defectos.
Alan García Pérez en su primer gobierno (1985-1990) ofreció
un tren eléctrico. Nunca funciono. Las obras quedaron inconclusas y las
esperanzas de los sufridos viandantes diluidas por una gran decepción.
Inaugurado el gobierno de Alberto Fujimori Fujimori, todo el
transporte era un desastre. Las pistas no eran pistas, era cualquier cosa menos
pistas. Las penurias de los usuarios se incrementaba día a día, hasta que se decretó
la liberación del ingreso de vehículos para transporte urbano, más conocido
como “combis”, lo mismo que la libre importación de vehículos para uso privado,
hasta con el volante ubicado en el lado derecho, algo improcedente para el uso,
pero al fin y al cabo con una intervención mecánica el cambio de lugar del
volante al lado izquierdo era un asunto de menor cuantía que un vehículo cero kilómetros.
Transporte urbano: Combi antigua |
De esta manera se vio y se evidencio un gran alivio solo por
un tiempo, puesto que como nada es para siempre, el parque automotor entro en obsolescencia.
La población de Lima creció significativamente lo mismo que las importaciones
de vehículos de segunda mano. También se incrementaron las improvisadas autoridades que hicieron su
negocio a costa de las penurias de los usuarios. Hubo escasa inversión en la
obra pública (pistas) y nuevamente hizo noticia la corrupción, y empezó un
nuevo ciclo de penurias para el usuario, aunque esta vez se añadieron los casos
de robos, estafas y latrocinios de las autoridades ya sean estas presidentes,
alcaldes, gobernadores y todo el escalafón gubernamental y privado en pleno.
Santiago de Surco: Daño vandalico en propiedad privada |
No llama la atención que después de esto se enquisto en todo lugar la cultura “el que
puede puede”, la cultura del prepotente, del extorsionador, del delincuente con
poder, en fin, la cultura de los mafiosos. Frente a esto o por obra de esta
situación desaparecieron las autoridades. Desapareció el respeto a la ley. Desapareció
las buenas normas del buen vecino, de la convivencia en armonía y paz. Se
institucionalizo la desconfianza. Apareció la filosofía del que tiene dinero
hace lo que quiere; aparecieron los clanes de mafiosos en todo el aparato
estatal. En fin en todas partes.
Santiago de Surco: Daño vandalico en propiedad privada |
Hoy, develados los casos de desfalcos, de atropellos a la
ley y a la justicia, el terreno está sembrado de hampones, criminales y gente
de mal vivir, aunque su domicilio sea la urbanización más exclusiva. No existe autoridad. Hace 27 años se sembró
la antítesis del buen vivir. Antes el hampa, la prostitución y la delincuencia
estaban acotadas en ciertos lugares de Lima (Los Barracones del Callao, La
Victoria, Avenida Arequipa, El Agustino), hoy pululan por todos los rincones de
la ciudad.
No nos engañemos, los responsables son los alcaldes, dejaron
cancha libre para esta situación caótica, ellos son los responsables. Uno de
ellos es el actual alcalde del distrito limeño de Santiago de Surco.
¿Sabía Usted que solucionar el problema del tránsito en Lima
tomaría 80 años?
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