Oscar Muñiz
Palabras previas
No cabe la menor duda que hasta finales de los años 1970 la
ciencia económica se desarrollaba con más riquezas que impurezas. ¡Que duda
cabe!
Los estudiantes de ciencias económicas tenían verdaderamente
la oportunidad de embeberse con cada publicación de los académicos más
productivos, con las corrientes de pensamiento más audaces, lo mejor de todo
esto fue que los maestros consentían compartir su conocimiento y experiencia
con aquellos alumnos sin rostro.
En Latinoamérica más de un autor que había sido galardonado
con algún premio importante era convertido en más que una estrella de rock. Su
producción se agotaba de los estantes de las librerías como hoy se agota la última
versión de un teléfono inteligente (smarthphone) o una consola de juegos. De
esos tiempos a esta parte ha pasado mucha agua bajo el puente.
En la actualidad, un rasgo característico de las ciencias
económicas, es haber sido constreñida a un solo tema, el crecimiento económico.
Anteriormente, no solo era obligatorio conocer al respecto, también se obligaba
saber sobre desarrollo económico. Ambos temas, crecimiento económico y
desarrollo económico, eran por así decirlo, la coronación de la comprensión de
la economía. Tan es así que ambos temas eran obligatorios en el syllabus
académico de los dos últimos años de la carrera para graduarse de economista.
Es ahí, en ese ambiente académico y juvenil, que irrumpe con
su punto de vista Paul A. Baran. No tan lejos estaba Samir Amir, Celso Furtado,
y otros de la anterior generación de economistas. Así es que si algo tenemos
los economistas, graduados por aquella época, es la herencia nunca exigida de
estos pensadores.
No se trata de hacer comparación alguna. De ninguna manera.
Solamente es la necesidad de subrayar el hecho comprobable, que sea el medio
que sea de obtención de información económica, en las ultimas décadas se
privilegia al crecimiento económico, mas aun no siendo utilizado tal cual lo
escribimos aquí, sino simplemente se designa como crecimiento. El interesado sabrá
e interpretara que se refieren al crecimiento económico. Hasta en esto cambio
la ciencia económica, acortando lo importante, el adjetivo, quien sabe por qué.
La franqueza de Paul A. Baran impacta. Nadie fue tan franco,
su sinceridad es el rasgo más impresionante de su personalidad. Por tal razón
es menester rescatar su legado con sus propias palabras. Por tal motivo se
expone la siguiente recopilación de ideas extraídas de uno de sus mejores
libros “La economía política del crecimiento”, terminado de escribir en 1955.
Paul A. Baran |
¿Quien fue Paul A. Baran?
Nació el 08 de diciembre de 1910, en Nikolaev-Ucrania
En 1917 se traslada a Vilna, territorio polaco
Desde 1925 vive en Alemania hasta concluir sus estudios secundarios
1926, se matricula en el Instituto de Economía Plekanov de
la Universidad de Moscú. Estudio hasta 1928
1928, se traslada a Alemania para estudiar economía en la
Universidad de Berlín. Trabaja como investigador asistente en el “International
Agrarian Institute” en Berlín. Continua sus estudios de economía en Frankfurt,
acepta el cargo de asistente en el “Institute for Social Research”
1933, con la ascensión de Hitler al poder (Canciller),
abandona Alemania para radicar en Polonia
1939, se traslada a EUA. Estudio en la Universidad de
Harvard. Prestó servicios durante la IIGM, como economista en la Office of
Strategie Service del ejército de EUA. Luego fue adscrito al equipo de
investigación del Federal Research Bank de Nueva York
1949, fue nombrado catedrático de economía de la Universidad
de Stamford-California
Fallece el 26 de marzo de 1964
Su obra
La economía política del crecimiento
Los excedentes económicos y la teoría marxista del
desarrollo
Capital monopolístico: Un ensayo sobre la estructura económica
norteamericana
Además de artículos, folletos y trabajos colectivos.
Legado
Para centrar la propuesta, Celso Furtado, en su libro
Desarrollo y Subdesarrollo, dice lo siguiente: “Cuando, más de diez años atrás,
el autor comenzó a interesarse en el subdesarrollo, la ciencia económica
enseñada en las universidades, tanto de Europa como de los Estados Unidos,
difícilmente ofrecía punto de partida alguno para abordar la materia. La teoría
de los precios, cuerpo central de la ciencia económica, estructura dentro del
marco de la concepción del equilibrio general, excluía toda actitud mental
dirigida a los problemas de dinámica social. El estudiante se habituaba a
traducir en términos de análisis infinitesimal las relaciones básicas de la
actividad económica, refugiándose en la atmosfera rarificada de las altas
abstracciones. De allí descendía directamente a la geografía económica y a la
descripción de las instituciones. Toda insistencia en las diferencias
estructurales hacia nacer la sospecha de una asimilación insuficiente del
método científico de la economía”.
“Junto a la teoría de los precios y sus ramificaciones, habría de
surgir, como erupción volcánica, la compleja construcción keynesiana, cuya
larga digestión proseguiría en los medios académicos. Para los economistas
formados en la tradición de la teoría del equilibrio, constituía una autentica
acrobacia mental recorrer las sendas, colmadas de imprevistos, del pensamiento
keynesiano. Mientras tanto, la herramienta del análisis macroeconómico abría
perspectivas enteramente nuevas y contribuía poderosamente a romper la gruesa capa de preconceptos que se fue
acumulando a la sombra de un rigor metodológico cada vez más estéril. Con todo,
la elegancia del modelo keynesiano ocultaba en sus agregados muchos de los problemas más sugestivos que
comenzaban a ser vislumbrados mediante el enfoque macroeconómico”.
Sin duda esta perspectiva fue como un suave viento en un
verano caluroso y sofocante, que dejaba la sensación de que se aproximaba otra brisa
y otra más, que menguase la sensación melosa de un verano tórrido en pleno
corazón del bosque húmedo tropical. Los muchachos de aquella época no nos
equivocamos. Efectivamente fue así.
Allá por la década de los años 1970, leyendo “La economía
política del crecimiento”, resaltaba lo que era una propuesta, que a la larga
se materializo en evidencia. “Los acontecimientos en el Cercano Oriente,
que culminaron con la acción militar anglo-francesa en contra de Egipto,
corroboran una de las tesis centrales de este libro, a saber, la naturaleza
“irrefutada” del capitalismo contemporáneo y su animosidad inherente hacia toda
iniciativa genuina de desarrollo económico por parte de los países atrasados.
El papel que en este conflicto jugaron los Estados Unidos, demuestra la
irreconciliable rivalidad que existe entre los países imperialistas, así como
en la creciente incapacidad de las viejas naciones imperialista para mantenerse
firmes ante las pretensiones de mayor influencia y poder, por parte de Norteamérica.
Poniéndolo en las amargas palabras de The Economist de Londres “debemos
aprender a que no somos hoy ni podemos ser, los iguales de los norteamericanos.
Tenemos el derecho de exponer nuestros intereses nacionales mínimos y de esperar que los norteamericanos
los respeten. Pero una vez hecho esto, debemos buscar su dirección” (17/11/1956).
Pero lo medular de lo que trata Baran, llega cuando dice “Aunque
la afirmación de la supremacía norteamericana en el “mundo libre” implica reducir a la Gran Bretaña y Francia –para no
hablar de Bélgica, Holanda y Portugal- al status de socios menores del
imperialismo norteamericano, este cambio quizá pueda traer algunas
consecuencias favorables para los países subdesarrollados. Al trasladarse, por
decirlo así, del servicio de un negocio empobrecido al empleo de una empresa
prospera, los países coloniales y dependientes pueden esperar que su nuevo jefe
sea menos capaz, más generoso y mas previsor. Porque es muy dudoso que este
cambio produzca alguna diferencia fundamental en los problemas básicos del
desarrollo económico y social de los países atrasados, no es improbable que
ocasione una cierta mejoría en su destino”.
Sin embargo Paul A. Baran se expresaba entusiasta con el
socialismo de Occidente: “Hoy más que nunca es el momento para que
los socialistas de Occidente, renovemos nuestra dedicación a la causa de la
razón, del progreso y de la libertad, de que debemos nuestros esfuerzos para
hacer avanzar la causa del socialismo. Del éxito final de estos esfuerzos
depende el destino de la humanidad, tanto en el Este como en el Oeste. Únicamente
atraves de estos esfuerzos es como podrá
restaurarse a los países económicamente más avanzados la dirección ideológica, política y moral del
mundo, que ha dejado de pertenecerles. Solo el progreso y la guía de los países adelantados por el camino de
una democracia socialista, terminara con los incalculables sufrimientos a que
ha estado condenada hasta ahora la humanidad”, Oxford, 1956.
Según Paul A. Baran, el capitalismo monopolista es el
responsable de la depresión y el subempleo crónico. Frente a la reducción de la
producción, por aquellos años, del ingreso y la ocupación, la única alternativa
de solución es la aceleración e los gastos militares. Deja clara la idea que
EUA solo ayuda a aquellos países que consideran ser una amenaza, donde cierta
ayuda económica “deberá mantenerse en tanto exista la amenaza comunista”. Como
panorama general Paul A. Baran considera de importancia las siguientes ideas y
realidades. El gran interés por el desarrollo económico, no constituye una
novedad en el campo de la economía política. Y, sabemos que la ciencia
económica ha devenido de mal en peor, se redujo no solo al paporretismo, sino también
al interés crematístico. Actualmente todo se resuelve mediante la explicación
del crecimiento económico. Es un mal presagio para el futuro de la sociedad y
de las fuerzas productivas en su conjunto.
En los albores de la ciencia económica, este fue un esfuerzo
intelectual revolucionario, solo por encontrar y establecer los principios
rectores de un sistema económico capaz en grado máximo de hacer avanzar la
causa de la humanidad. Últimamente se ha vuelto contra su propio pasado,
transformándose en mero intento para explicar y justificar el statu quo –condenando y suprimiendo, al
mismo tiempo, todo esfuerzo de juzgar al orden económico existente conforme a
patrones racionales, o de entender los orígenes de las condiciones
prevalecientes y las potencialidades de desarrollo que estos contienen. Como
Marx hacía notar “Los economistas nos explican el proceso de producción en condiciones
dadas; lo que no explican, sin embargo, como esas mismas condiciones son
producidas, es decir, el movimiento histórico que las genera”.
Por eso, Paul A. Baran, se refiere al movimiento del capital
a principios del siglo xx de esta
manera: “El movimiento armonioso del capital de los países avanzados hacia los
menos desarrollados, que se esperaba que fuera impulsado por el afán de lucro,
asumió en realidad la forma de luchas enconadas por las oportunidades de
inversión, por los mercados y fuentes de materias primas. La penetración
occidental en las regiones atrasadas y coloniales, que se había supuesto
extendería los beneficios de la civilización occidental a todos los rincones
del globo, se tradujo de hecho, en la opresión y explotación brutal de las
naciones subdesarrolladas”.
Al respecto, por un momento, ubíquese en cualquier etapa de
la historia de la humanidad anterior a la que vivimos. Debe figurarse que lo
mismo que sucedió, hoy sucede, que nosotros somos aquellos a los que les
quitaron sus pertenencias, su vida, a cambio de nada. Si existe el horror al
ver las injusticias con los pueblos menos desarrollados, hablando del pasado,
hoy nos encontramos en la misma condición, con el agravante de que teniendo los
medios de información suficientes no sabemos nada.
Paul A. Baran, se refería a la carrera armamentista de las
potencias como “Una frenética carrera de armamentos entre las grandes potencias comenzó
a absorber partes cada vez mayores de sus producciones nacionales y se
convirtió en el factor más importante para determinar su nivel de actividad
económica. En rápida sucesión, la guerra chino-japonesa, la guerra
hispano-americana, la guerra anglo-bóer, la sangrienta represión de la rebelión
de los bóxers, la guerra ruso-japonesa, la Revolución Rusa de 1905, la Revolución
China en 1911-1912 y finalmente la I Guerra Mundial, escoltaron a la era
presente del desarrollo capitalista, la época del imperialismo, de las guerras
y de las revoluciones sociales y nacionales”.
Principales guerras
europeas
SIGLO
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XII
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XIII
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XIV
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XV
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XVI
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XVII
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XVIII
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XIX
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XX
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Índice
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18
|
24
|
60
|
100
|
180
|
500
|
370
|
120
|
3080
|
Pitirin Sorokin,
Social and Cultural Dynamics, Vol. 3, 1937
Los índices
combinan el tamaño de las fuerzas en lucha, el número de bajas, el número de
países involucrados y la proporción de los contendientes con respecto al total
de la población.
Paul A. Baran, se refiere al movimiento del capital a
principios del siglo xx y finales del xix de esta manera: “El movimiento armonioso del
capital de los países avanzados hacia los menos desarrollados, que se esperaba
que fuera impulsado por el afán de lucro, asumió en realidad la forma de luchas
enconadas por las oportunidades de inversión, por los mercados y fuentes de materias
primas. La penetración occidental en las regiones atrasadas y coloniales, que
se había supuesto extendería los beneficios de la civilización occidental a
todos los rincones del globo, se tradujo de hecho, en la opresión y explotación
brutal de las naciones subyugadas”.
En la actualidad esto es fácil de verificar y demostrar. Así
se refería a la carrera armamentista de las potencias: “Una frenética carrera de
armamentos entre las grandes potencias comenzó a absorber partes cada vez
mayores de sus producciones nacionales y se convirtió en el factor más
importante para determinar su nivel de actividad económica. En rápida sucesión,
la guerra chino-japonesa, la guerra hispano-americana, la guerra anglo-bóer, la
sangrienta represión de la rebelión de los bóxers, la guerra ruso-japonesa, la Revolución
Rusa de 1905, la resolución China en 1911-1912 y finalmente la Primera Guerra
Mundial, escoltaron a la era presente del desarrollo capitalista (la época del
imperialismo, de las guerras y de las revoluciones sociales y nacionales”.
Sin embargo 1989, la desaparición del bloque socialista sea,
tal vez, la mayor tristeza y mal aventurado tiempo con el que llego después de
34 años en que Paul A. Baran escribiese lo siguiente: “La Gran Depresión,…, hizo cada
vez más difícil que continuara manteniéndose la “conspiración del optimismo”
acerca del progreso social y el crecimiento económico en el capitalismo. El
descubrimiento “científico y objetivo” hecho por la economía de que el
socialismo era imposible, descubrimiento por tanto tiempo teniendo por
verídico, fue dramáticamente refutado por el éxito de los esfuerzos de
industrialización realizados en la U.R.S.S.”. También es justo decir
que Paul A. Baran fue un aportante al socialismo democrático.
La referencia a Keynes, deja claramente mostrada su
benevolencia y respeto por aquellos que caminaban por senda paralela a la de él.
Dejo aclarado que “A riesgo de exagerar burdamente la estatura de Keynes, puede decirse
que lo que Hegel hizo en relación con la filosofía clásica alemana, Keynes lo
logro respecto a la economía neoclásica”.
Su opinión sobre los economistas es clara y rotunda. “Los
economistas que solo de mala gana y bajo la presión irresistible de hechos incontrovertibles
se habían “tragado” las implicaciones anticapitalistas de la doctrina keynesiana, volvieron, con
notoria algarabía, a los panegíricos habituales de la armonía capitalista.
Ellos, permaneciendo “pegados a los hechos observables”, jovialmente comenzaron
a discutir la inflación como la mayor amenaza para el equilibrio continuo de
las economías capitalistas y declararon, una vez más, que el exceso de ahorro,
la sobrecapacidad y las depresiones, eran reliquias de un pasado remoto y
primitivo. La economía, al exaltar las virtudes del mecanismo del mercado, al
glorificar el monopolio y las “grandes
empresas”, prácticamente cancelo cualquier avance logrado como resultado de la
revolución keynesiana y volvió a la complacencia de la “alegre década de los
veinte”.
Son estos algunos de los rasgos del pensamiento económico de
Paul A. Baran, su contribución al pensamiento contemporáneo, al hacernos
recordar la situación actual de la posición de EUA en el contexto mundial, al rígido
planteamiento de la política económica estadounidense prácticamente en la
mayoría de los continentes, con riesgo de poner al mundo al borde de una
tercera guerra mundial.
La política estadounidense llena de vacios y augeros, en
muchos casos llenados con plomo y sangre, lo vemos en el Medio Oriente, en África,
en Asia, en Latinoamérica. No es ningún invento. Lo vemos a diario en los
medios de comunicación social. La comparsa de los órganos que supuestamente
contribuyen con el desarrollo de las naciones es grosero, es ampliamente
censurable. Arrasar culturas milenarias como las de Irak, tener a la Unión
Europea bajo su mando, sostener en la OTAN a más de un país contra la oposición
popular de los países que la conforman, o erogarse el rol protagónico de la
economía mundial tiene sus costos, estos son pagados, en todos los casos, por el
propio pueblo estadounidense, y el resto del mundo.
Hacia el final, algún día tendrá que concluir la
hegemonía estadounidense, así como sucumbió el imperio romano, no antes de que
estallen las endebles compuertas que sostienen aun al gigante.