Oscar Muñiz
Encontrar un trabajo es lo más difícil que uno se pueda
imaginar.
Si se encuentra, las condiciones son de las más
esclavizantes, muchas veces denigrantes. El abuzo, la falta de respeto a los
derechos laborales, son los estandartes que enarbolan tanto los empleadores de
la empresa privada como los estatales.
Lo que a continuación reseñamos es un caso real, producido
en Lima-Perú.
Es el caso de un economista titulado, con post grado en planificación
ambiental en una universidad europea y en elaboración y formulación de
proyectos de inversión en una prestigiosa universidad de Lima, con experiencia
de 15 años como especialista en proyectos nacionales de desarrollo, habla dos
idiomas a parte del castellano e integro el grupo de investigadores de una
entidad peruana de renombre mundial en el campo de la planificación y
desarrollo.
Los mecanismos empleados por este postulante a un trabajo
fueron las empresas privadas especializadas, la oficina del empleo del Estado,
las empresas que solicitan postulantes vía publicación de avisos en los diarios
locales. El interesado utilizo estos tres diferentes canales para optar por
trabajo. Presento 76 solicitudes y solo obtuvo una respuesta de manera formal,
educada y respetuosa. En ninguna de las 75 posibilidades restantes logro
obtener el trabajo al que aspiraba, no obtuvo respuesta formal.
Los puestos a los que aspiraba tenían el respaldo más que
suficiente tanto por la formación académica como por la experiencia del
postulante. Los puestos variaban desde gerente de planificación y presupuesto
hasta jefe de área, representante zonal, asistente administrativo, experto en producción
agropecuaria, tesorero, consultor en planificación, analista administrativo, director
de proyectos, analista financiero, gerente administrativo, docente, jefe de
costos y presupuestos, especialista en proyectos de inversión, controller,
especialista en evaluación de gestión, entre otros puestos.
En este contexto queda claro que las condiciones laborales
anteriores (1) a las que
actualmente rigen creaban mayores expectativas, eran a plazo indefinido siempre
y cuando se cumpliese con las normas laborales establecidas por ley. A partir
de la “modernización” del Estado, de la flexibilización laboral del sector
privado y de la desaparición de los sindicatos, el trabajador perdió la posibilidad
de un puesto de trabajo fijo, estable, con derechos laborales y decoroso con
respeto a un salario en función de la canasta familiar y a sus derechos de jubilación,
a su compensación por tiempo de servicio.
Los efectos nocivos de este modelo laboral fomentan no solo
las mafias al interior de los establecimientos estatales, sino también el
libertinaje laboral privado y el vil negociado de empresas informales de empleo.
Es así que no existe más la posibilidad de contar con “instituciones” como
antes existieron, hoy la mediocridad y la improvisación son las que reinan.
No olviden que la sobre calificación es un demerito en Perú.
(1) Con la asunción al poder de A. Fujimori
Fujimori en 1990, las condicionaes laborales cambiaron para demerito de los
trabajadores, muy especialmente desde 1992. Hasta el día de hoy ese modelo
laboral es el que predomina, pues el contrato a largo plazo o con estabilidad
laboral no existe.
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