Por Oscar Muñiz
Por historia de las doctrinas económicas sabemos de la
sociedad esclavista, del feudalismo y el mercantilismo en la Grecia antigua, en
la Roma esclavista, como en Europa Oriental y Rusia; entendemos también la economía
clásica en Inglaterra y Francia. De la misma forma conocemos a Petty, Adam
Smith, Boisguillebert, Malthus, Say, David Ricardo, Sismondi, Proudhon,
Saint-Simon, Fourier, Owen, Carlos Marx o Keynes.
¿Qué hemos aprendido?
En la actualidad solo sabemos que el prestigio de los
economistas es más que admiración, son dioses bípedos que hacen y desasen el
mundo, utilizan la estadística y la matemática en un triunvirato llamado econometría,
técnica más difícil de comprender que el Código Maya. Por otro lado los gurús
de la economía, aunque otros les llaman los talibanes de la economía, son
aquellos que hicieron un aporte y ¡zas! le dieron el Nobel de Economía, con
pompa y platillos, además de su premio pecuniario. No se quedan atrás los
maestros universitarios de economía, doctos ellos, bien leídos, por lo menos la
mayoría, pero sin arte para la enseñanza. Al final quedan los alumnos que son
los sacrificados de esta seudoelite, chatos en imaginación, insolventes en sus
apreciaciones, ignotos en su círculo.
Sin embargo toda esta
gente, la instruida, la no muy instruida, la por instruirse y la ignorante,
todas opinan, saben, entienden que es la economía. Al parecer ninguno se
percato que la economía es una ciencia vulgar, se deja manosear por todo el
mundo sin ofrecer nada a cambio. Esto no es irónico, es patético, pues ya
pasaron 300 años y la economía es tan amorfa como cuando un individuo ve lo
inexistente bajo los efectos del alcohol. Además, no se percatan de que ¿como
puede ser tan importante la economía, cuando solo sabe hacer infelices a la mayoría
de la humanidad y durante tanto tiempo?
Tendrán que enterarse que la economía nunca soluciono nada,
todo lo contrario. Fíjense en el número creciente de desempleados, en lo más
ricos que son cada día un puñado de individuos, en los pauperizados salarios,
en fin en todo lo malo que a millones de personas les toca vivir diariamente.
La economía no es nada serio a tomar en cuenta, ni siquiera ha dado solución al
pleno empleo.
¿Debemos tomar a la economía con la benevolencia que ve un
padre a su hijo? Tal vez tendremos que tolerarla, pero siempre haciéndoles
recordar a los interesados que la paciencia tiene un límite, de lo contrario
hay que sepultarla con honores pero sin gloria.
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