Actualmente la web es una herramienta necesaria e insustituible; cuando no existía, todos nos comunicábamos por medio del correo o postcard, aunque en ciertos casos por fax. Enviar, por ejemplo, una carta de España a Perú requería de 15 días para recibirla, y a la inversa un máximo de 7 días. Si uno quería hablar por teléfono de servicio público de larga distancia internacional requería de monedas, aunque muchas veces no se contaba con las suficientes, así es que los avezados hacían uso de artilugios para superar el impase.
Hoy Internet permite eso y mucho más. Un ejemplo de esto son las suscripciones a fuentes de información, y en fracciones de minuto comienza uno a recibir lo solicitado. Esta experiencia lleva muchas veces preferir las famosas alarmas las cuales llegarán a invadir nuestra bandeja de entrada en el momento menos pensado.
De esta forma después de ver miles de noticias, estadísticas, estudios y opciones uno se pregunta, ¿porqué esperar por una desgracia para recibir ayuda? Ingresando a las webs de los organismos internacionales hallaremos informes sobre miles de millones de dólares que son entregados a los países ya sea para ayuda humanitaria o bien para reconstrucción de infraestructuras. ¿Podría ser un gran negocio, caridad o qué? Más creíble es pensar en lo primero.
Que bueno fuese de la existencia de una lista priorizada y coordinada de ayuda jerarquizada con el propósito de brindar ayuda a las naciones más necesitadas, en lugar de alardear sobre la eficiencia o eficacia de tal o cual sistema.
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