Oscar Muñiz Corro
Sabemos del oportunismo de muchos inescrupulosos, especialmente, en este momento en el Peru. Figurativamente hablando, se cumple la metáfora del “sanguche” o “sandwich”. Por un lado esta la pandemia del COVID-19 que sigue haciendo estragos muy serios en la vida nacional y familiar y, por el otro lado, el daño económico en que se vive, que junto a la corrupcion politica y no política, son los indicadores que marcan el mayor descenso de la calidad de vida y el incremento de la pobreza en el Peru.
¿Que seria del Peru en caso de guerra, sea esta con alguno de sus vecinos o con la extrema izquierda alzada en armas bajo el liderazgo de un comunista trasnochado? Se dejo traslucir el lado débil frente a sus enemigos potenciales. La ausencia de un liderazgo y la falta de objetivos claros a corto, mediano y largo plazo son parte de la desdicha.
A todas luces hasta el mas neófito se da cuenta de la ausencia de organización. Se sabe que no hay “puntada sin hilo”. Sin duda es tiempo de tormentas cruzadas, con vientos huracanados, lluvias torrenciales y hasta granizada.
No debemos engañarnos. El Peru atraviesa un tiempo lleno de incertidumbre y traiciones, por el solo hecho de figuración o por una ridícula suma dineraria que aplaque la sed de codicia. La humildad se perdió. La decencia desapareció. Y lo peor de todo, ellas van acompañadas de la perdida de la vergüenza y de la ausencia del remordimiento.
Es tarde para quejarse. Esta es la cosecha de años de antagonismo, de impunidad, de explotación, del olvido de los marginados. Se perdió la confianza en el otro, cuando este otro puede ser tu hermano, tu padre, tu amigo o tu vecino. Todos recelan de todos. No quepa la menor duda que se vive en una ciénaga, en un lodazal, que es el ámbito preferido de recreo o de pasatiempo mas demandado.
No hay que ser ingenuos cuando se propala la mentira. No se engañen. Esta situación es la expresión de la metástasis de toda una era. Por eso el hedor.