Una frontera nueva divide al Perú, la que hace diez y nueve años fue constituida el 05 de abril de 1992, día fatídico, cuando las huestes de Fujimori y Montesinos, iniciaron el ataque y el cierre del Congreso, para que en los sucesivos meses prosiguiesen con la arremetida contra la política, la economía, la sociedad.
Los que nunca olvidarán esos hechos, son aquellos que no permitieron aceptar semejante afrenta, como también aquellos ciudadanos que vieron impotentes a lo largo de los siguientes ocho años cambiar su vida por culpa de aquellos que solamente tomaron el poder para delinquir.
Después de tantos años de oprobio llegó el gobierno de transición, un lujo entre tanto granuja; fue un gobierno bisagra, entre el Perú hundido en la barbarie senderista y estatal, y el que había de institucionalizar, pues las miserias de los dos gobiernos que le precedieron habían consolidado la inmundicia política y económica.
No muy lejos está el desastre social y de la economía. Los abusos fueron escondidos para privilegiar ciertos logros, que según sus ideólogos, pusieron al Perú como ejemplo frente a otros países. No se diluyó de la memoria ciudadana los casos de corrupción, que habían sido documentados pero no sancionados. Como resultado se tiene un país con más de US$ 47 mil millones de reservas y un crecimiento económico del 7 % sostenido. En otras palabras, es un país pobre que no tiene la capacidad de solucionar los problemas básicos de la población pero viaja en primera clase.
De los problemas que se hablaban hasta la década de los 80, solo el titulo cambió. Al problema del indio hoy se le llama problema multi-étnico; nadie habla de oligarquía, de los dueños del Perú, de los terratenientes, de los gamonales. Eso no implica que no existan, hoy se les conoce con otros nombres, aunque también existen nuevos problemas.
Con el titulo “Preocupa el gasto en programas sociales”, un diario hace eco a las palabras de los ex ministros de economía, Luis Carranza y Mercedes Araoz, que son de aquellos que privilegiando la riqueza se olvidan de aquellos que la forjaron y que nada tienen. Fácil es hablar cuando se tiene la barriga llena y el cerebro con una sola idea: indiferencia; una cosa es la teoría y otra la práctica. En economía nunca dieron resultado las propuestas de los grandes pensadores. Allí tenemos el fracaso total del comunismo, y ahora vivimos la agonía del capitalismo financiero. Lo que siempre prevalecerá es el liderazgo con pautas claras y precisas, que un político, sea este presidente, primer ministro o lo que le de la gana en llamarse, logre acertadamente impulsar, arrastrar con él al logro, y este acompañado con el ejemplo y persistencia, pues el camino está siempre minado, y para desactivar las minas se debe contar con decisión, firmeza y coraje. Estas características son indispensables. De los aspectos técnicos nos ocuparemos en otra ocasión.
El Perú cambió, pero quién puede decir si fue para bien o para mal. En cualquier caso siempre estuvo presente la pobreza. Pobreza y opulencia es lo que constituye el denominador común. Un lustra botas-presidente, dentro de los miles de lustra botas que existen, no es ningún ejemplo, mucho menos cuando usa su condición para arribar; tampoco es un ejemplo aquel que habiendo sido amaestrado aparece repitiendo los mismos errores que su mentor o gurú. Entre este tipo de líderes nunca aparecerá la verdad.
Hacia dónde va el Perú, es una interrogante. Lo cierto es que no tiene rumbo, solo buenas intenciones, ruegos, compromisos con el gran capital. Hay tiempo de sacrificios y los peruanos lo han realizado con creces, sin embargo los que gobiernan solo tienen miedo, mantienen los ojos cerrados frente a la indigencia y la pobreza, frente a la mediocridad y a las obras no concluidas. Hartos se encuentran los peruanos de escuchar hablar del PBI, de Standard & Poor’s, de la bolsa de valores, de cómo ganar dinero, de cómo triunfar. No hay a la vista ningún resultado que mostrar, que permita vislumbrar la solución de los problemas que atañen a la sociedad en su conjunto, ni siquiera un planteamiento a largo plazo, como si se pudiese creer que la riqueza de unos cuantos fuera suficiente para decir tarea cumplida. Los problemas están allí, pero ningún gobernante tiene interés en plantearlos, pues todo se reduce a los problemillas del día a día, nada más.
El letargo en que vive el Perú de hoy es como la hibernación -estado de sueño que se produce en las personas artificialmente por medio de drogas apropiadas con fines anestésicos o curativos- solo basta ver los noticieros de la tv, ofreciendo constantemente escenas de homicidios, accidentes de transito, crímenes y todo acto truculento que mantenga en constante alerta al ciudadano. La mediocridad se encuentra instalada en la cima, encubriendo los verdaderos problemas -desempleo, miseria, corrupción- que afronta la sociedad.
Lo que necesita el Perú son metas realizables que definan la solución de sus problemas que desde antiguo no han sido ni resueltos ni replanteados. No decimos que exista desinterés de algunos grupos o instituciones, que no hayan aportado ideas para su solución, nos inclinamos a pensar que no existe disposición política para su inclusión entre los puntos de prioridad nacional. Es perentorio que los líderes políticos tomen en cuenta que su éxito coyuntural no los exime de responsabilidad, y que la historia los calificará como hoy califica a los líderes del siglo XIX. El Perú de hoy no necesita de planteamientos de cooperación popular, ni de trapecio andino, tampoco de pensiones 65; el Perú lo que necesita es resolver problemas ligados al capital financiero, el problema del campesinado, la implementación de una política agraria, evitar la atomización de la propiedad, el tema de la grandes extensiones de tierras de propiedad anónima, el uso de tecnologías agrícolas tradicionales, en sí, cambios estructurales que modernicen el aparato productivo, con reglas de juego económico estrictas sujetas a una planificación a largo plazo. El manejo de la migración interna es otro tema urgente en una agenda seria y responsable, reformulando la regionalización administrativa por una regionalización económica efectiva donde los recursos naturales sean el centro de atención de los profesionales y técnicos, donde la educación sea el nexo entre el presente y el futuro, y no como lo es hoy, campo libre de privatizaciones de toda índole, para implementar modelos discriminatorios e intentando cada quinquenio introducir nuevas leyes, cuando esta debería ser una sola, que contemple las pautas generales dejando en libertad para incluir los contenidos.
No nos engañemos, el Perú no es Lima. Hagamos del resto del Perú un lugar donde se desarrollen las ideas y se implemente el desarrollo con características propias. Empecemos respetando la descentralización, no solo administrativa, porque al final de cuentas, como lo es hoy, esta es una ficción o manipulación política de la esperanza de los pueblos.
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