Pedro Castillo ha sido la mejor constatación de que, en muchas ocasiones, votar por el mal menor cristaliza en un mal mayor. Los peruanos huyeron en los años 80-90 del siglo pasado del descalabro económico aprista y del terrorismo, para caer en los brazos autocráticos del fujimontesinismo. Al final, no sólo hubo un ajuste economico muy duro, sino también, después del autogolpe de 1992, un régimen autoritario que desembocó en una dictadura feroz y corrupta.
En estos tiempos se repite la misma historia pero corregida y aumentada. Hoy no solo es el saqueo de las arcas fiscales, es el saqueo delincuencial, el terrorismo, la inmundicia política que pretende de un plumazo acabar con el sistema democrático en el Peru.
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