Asesoria Economica Financiera y Medio Ambiente

1 de noviembre de 2006

El desarrollo y la emigración de Cajamarca - Perú

Uno de los grandes problemas que enfrenta el Perú en las cuatro ultimas décadas es al cultivo de la hoja de coca. Este problema debe ser abordado integralmente; pero qué significa integralmente.

Son dos hechos de importancia lo que llevó a la extensión masiva del cultivo de la hoja de coca, teniendo en cuenta lo que llamo la especialización histórica geográfica de este cultivo. Por ejemplo uno de los valles por demás conocido es el de la Convención en el Cusco. Sin embargo en los valles amazónicos como Tocache, Campanilla, Alto Huallaga, Huallaga Central, Bajo Mayo, su historia es reciente; data tal vez de los últimos treinta años, en que dicha área geográfica se especializó en el cultivo de la coca.

Este es un hecho y como tal no necesita demostración. Sin embargo todo producto cuando ingresa al mercado necesita entre muchas otras cosas, las facilidades, no solamente de los factores de comercialización sino de condiciones que permitan su proliferación, su abundancia y más que todo las preferencias de los consumidores.

Estas características deben de tenerse en cuenta, como también los factores que incentivan su producción, como es la migración poblacional y la demanda creciente de trabajo. En este caso definimos el área que nos interesa como la formada por los departamentos de La Libertad, Lambayeque, Cajamarca, Amazonas, San Martín y Huanuco.

Vamos ha distinguir tres áreas, a saber, los departamentos de La Libertad y Lambayeque como áreas de influencia comercializadora y de transito de los subproductos de la hoja de coca. Una segunda área la que está conformada por el departamento de Cajamarca, definido como el área proveedora de mano de obra para el cultivo de coca; una tercera área conformada por el departamento de San Martín más específicamente Moyobamba, Tarapoto, Bellavista, Juanjuí, San Jose de Sisa, Saposoa entre otros, como área de atracción de mano de obra y de producción de hoja de coca.

La población expulsada especialmente del departamento de Cajamarca proviene de las actividades productivas como es la agricultura, ganadería y minería, que son actividades productivas que no pueden absorber la mano de obra, ya que su desarrollo es incipiente o inexistente.

Esta es la razón por la que se inicia la migración; por la incapacidad de la economía de Cajamarca de absorber a la población para el trabajo. Este es un problema de desarrollo que afronta Cajamarca. No vamos a ocuparnos de la migración que se dirige a Lima, Trujillo o Chiclayo. Esta migración por lo general esta compuesta por pobladores que se dedican al comercio y servicios, siendo una minoría. Pero la emigración que se dirigen hacia San Martín y al norte Huanuco tienen otra composición. Es la población en situación de extrema pobreza, que viene del agro degradado y colapsado; es esa población que no cuenta con alternativas para sobrevivir en su lugar de origen. Es la población que se define como una unidad flotante sin oportunidad de sobrevivir en su lugar de origen. Habría que estudiar a la migración interna de Cajamarca o sea entre provincias y distritos del mismo departamento, que en minoría opta por esta alternativa, pero esta población estadísticamente no existe.

El trayecto que usa la población emigrante para dirigirse al departamento de San Martín es a través de la carretera que une el departamento de Cajamarca con Amazonas. Es una zona de transito, zona de un gran potencial en recursos naturales pero que no cuenta con la diversificación productiva y económica de Trujillo y Lambayeque. El flujo migratorio cajamarquino sigue su camino cruzando la Cordillera de los Andes hasta lograr asentarse en los poblados del norte del departamento de San Martín.

Toda el área comprendida entre los departamentos de Cajamarca y Amazonas presenta básicamente una sola característica común y es la de poseer una actividad agrícola de subsistencia con un mínimo desarrollo de la agroindustria. A lo sumo conforman enclaves económicas como es el caso de la producción de leche en Cajamarca, que teniendo un alto rendimiento se exporta a la planta procesadora de Lambayeque, para su procesamiento y transformación en productos como yogurt, leche envasada, quesos y todos sus derivados.

En cuanto la migración cajamarquina pisa tierras de selva alta en el departamento de San Martín, esta logra asentarse en áreas que creían con vocación agrícola, más son tierras designadas de protección, por su fragilidad y nula productividad. Sin embargo las necesidades primaron y fueron ocupando lugares que ofrecían las mínimas condiciones para viviendas. El trabajo agrícola fue incorporándose en el monte mediante el esfuerzo constante de los emigrantes, reforzado por su cultura agraria que les permitió instalar una economía de subsistencia al igual que en su tierra de origen.

De esta manera la masa emigrante introdujo el trabajo andino en la zona de selva alta, en zonas con pendiente, consolidando así su trabajo en terrazas y muy poco en zonas llanas, ya que estas áreas eran usadas para los asentamientos humanos. Así tenemos como ejemplo el distrito de Nueva Cajamarca que fuera fundado por los primeros flujos migratorios.

La primera gran migración se dio hacia finales de la década de los setenta. La segunda ola migratoria desde finales de aquella época hasta el presente. Esto nos permite distinguir la naturaleza y motivación de la migración. La primera que fuera atraída por el despegue de las actividades agrícola y ganadera en los valles del Huallaga Central y Bajo Mayo en el departamento de San Martín.

El desarrollo de estos valles consolidó el desarrollo y crecimiento económico del departamento de San Martín, con el auge de la producción del arroz, maíz, frutales, ganadería vacuna y porcina. Este boom fue tan impresionante que hasta la cooperación internacional prestó su apoyo para el mejoramiento de las técnicas productivas con el financiamiento de organizaciones oficiales y privadas.

Las expectativas y los resultados no tardaron en darse. Instituciones nacionales del Estado peruano tuvieron participación en el control, asistencia, investigación y financiamiento de las actividades. Así también hubieron trabajos que detallaban mediante cartografía y estudios de inventarios de recursos naturales las características físico – biológicas de los valles, los cuales llegaban ha definir los diferentes usos de la tierra que por cierto no fue respetado ni promocionado por las autoridades competentes y responsables.

En estas circunstancias estos valles fueron un polo de desarrollo de suma importancia, no solamente para las masas de emigrantes, sino también por inversionistas que orientaban sus esfuerzos a la producción de arroz en el valle del Sisa y del Biabo.

La modernización productiva duró hasta aproximadamente alrededor de 1986 ya que la convulsión política y terrorista erradicó el progreso y las esperanzas de la población departamental como la nacional.

De esta manera se allanó el camino consolidándose la otra migración, aquella que provenía de las tierras cajamarquinas, la migración sin esperanzas, la migración desposeída y olvidada por el Estado peruano. Estos emigrantes provenían del agro cajamarquino, aquel que había colapsado por no contar con una transición hacia un mínimo desarrollo, ya que las políticas gubernamentales no previeron que una descompensación entre los departamentos de la costa, como fueron Lambayeque - La Libertad por un lado, y San Martín por otro, les ofrecían diferentes opciones de trabajo y sobrevivir, ya que este ultimo les ofrecía la posibilidad del trabajar en el campo como agricultores, como lo que eran y eso fue lo que les abrió los ojos como un departamento de la esperanza, del inicio del fín de sus penurias e inicio de consolidación de sus esperanzas y anhelos.

Cuando al inicio de la década de 1980, Moyobamba era una ciudad apacible y bucólica vio fluir a los emigrantes cajamarquinos hacia el sur, no antes de captar la mano de obra agrícola para las tareas del campo. Los salarios eran por demás lo que no captaban los cajamarquinos en su propia tierra, adicionándole la alimentación y descanso considerado. Estos emigrantes mantenían su estancia temporal para que les permitiese ahorrar e iniciar su viaje más al sur del departamento de San Martín.

Cuando su criterio les hacía iniciar su viaje hacia los valles al sur de Tarapoto, esta provincia fue el segundo punto de estancia temporal. Estos valles como el de Saposoa eran los que recibían a los emigrantes en las tareas agrícolas por un salario aun mayor que el que recibían en Moyobamba.

Su permanencia era más corta que en Moyobamba o Tarapoto ya que al término de esta el objetivo era Juanjui, utilizando este distrito como catapulta hacia el valle del Alto Huallaga. Es en estos valles en donde la mano de obra campesina era altamente cotizada por su laboriosidad y conocimiento del manejo no solo del cultivo de coca en zonas de laderas con pendientes de más de 25%. Aquí sí se diversificaba el trabajo; así las oportunidades eran las de seguir utilizando las áreas ya utilizadas con el cultivo de coca, en donde se realizaban trabajos de desbroce o limpieza del monte; en otros casos invadir el bosque en laderas, talarlo y sembrar coca.

En el caso concreto del sembrío de la hoja de coca, así como en la de otros cultivos, la mano de obra era muy necesaria, ya que era utilizada en las diferentes etapas de producción de los derivados de la hoja de coca. El costo de la mano de obra variaba en las etapas de siembra, cosecha y transformación, siendo esta última la más cotizada, ya que las personas que pisaban las hojas de coca en las posas de maceración, recibía el mayor jornal.

El ahorro estaba muy difundido entre los emigrantes ya que al salir de su lugar de origen tenían la convicción de retornar. El regreso se realizaba después de doce meses como mínimo, después de estar trabajando en los campos de coca. En este tiempo adquirían bienes eléctricos como radios transistores, receptores de TV, equipos de sonido y otros bienes que les permitían consolidar cierto status, que jamás iban ha obtenerlo quedándose en su tierra de origen.

La proliferación del comercio en los centros poblados de los valles cocaleros captaban cierto porcentaje de los jornales fundamentalmente en diversión, para cuando llegara el momento del regreso las experiencias de lo vivido habían enriquecido sus vidas.

Un segundo tipo de emigrantes fue aquel que decidió residir ya sea como mano de obra golondrina o como residentes en los centros poblados. En el primer caso el trabajo estaba asegurado ya que los sembríos de coca producen hasta seis cosechas anuales. Lo de mayor importancia para ellos era la extensión de los valles, como por ejemplo el valle del Huallaga Central y Bajo Mayo con una extensión de 864 mil hectáreas, el cual ofrecía grandes posibilidades por la diversidad del uso de sus tierras.

La consolidación del sembrío de coca se logró a partir de 1985 cuando de manera tímida asomaron los sembríos de coca en las ladera del monte. Nada más sencillo que subir a un avión y observar las plantaciones de coca, lo cual era visible inclusive desde un jet 707.

Esto fue así. Para qué entrar en ampulosas sustentaciones técnicas con cifras, cuadros, diagramas. No es necesario, para eso existen las entidades encargadas de llevar los registros estadísticos y principalmente lo que hoy existe.

En esta situación se iniciaron los vínculos con el narcotráfico. La economía de esta región iniciaba una nueva transformación ya que la agresividad productiva, el conocimiento que tenían los que financiaban la producción, la seguridad que ofrecen los bosques, hacia de esta parte del Perú una zona virtualmente invisible y sostenida con una economía de coca. Juanjui era un ejemplo, con sus prósperos negocios y comercio.

Ha inicios de 1986 se iniciaron propuestas para detener el cultivo de coca, ya sea con exfoliantes o con químicos rociados sobre los sembríos. Esta tarea fracasó y desde aquella época se implementaron políticas que pretendieron hacer frente a este problema.

Militarizaron la zona con acciones de interdicción, con bases militares y todo lo que la perspectiva militar tuviese en sus manos. Desde luego que nada contuvo el desarrollo y consolidación de dicha actividad. Desde aquel entonces las Naciones Unidas hasta la fecha cuenta con un staff de profesionales que le permite obtener información cartografiada (monitoreo) del movimiento de las áreas cultivadas con coca, no solo de esta zona sino también del resto de la zonas cocaleras del Perú. El Estado peruano cuenta con un órgano que tiene la función del tratamiento de esta problemática como la de ser el vinculo oficial con los demás Estados.

En estas circunstancias la producción de la hoja de coca ha dejado en segundo plano el desarrollo del departamento de San Martín. Hasta el presente nunca se ha hecho referencia a la dependencia del cultivo de coca con un enfoque social, siendo este una exigencia no solamente de orden técnico si no más bien político.

El olvido de los departamentos de Amazonas y Cajamarca dentro de la política de desarrollo nacional ha sido postergado durante décadas; la falta de planificación y previsión de una política de empleo contribuye a que la velocidad migratoria se extienda no solamente a centros poblados mas cercanos sino a otros centros poblados del resto del Perú.

Los efectos de esta política ha devenido en el incremento de la pauperización de un gran sector de la población nacional, del incremento de la delincuencia y de la inseguridad ciudadana. Se tiene que cambiar el enfoque actual dando prioridad a los departamentos de Cajamarca y Amazonas, con una política de empleo ligada al anclaje poblacional; descartar definitivamente el enfoque militar – policial en el control de la acciones contra el cultivo de la hoja de coca.

Haré mención a lo que manifesté en mi informe, cuando participe en el Proyecto de Vigilancia Ecológica de la Degradación de las Tierras y Desertificación en el Perú (PNUMA, AGFUND, ONREN) en 1988: “constate el incremento en el uso de la tierra en forma extensiva, así como la incorporación de técnicas agrícolas no aptas para la ecología de la zona. A esto se agrega el fraccionamiento de la tenencia de la tenencia de la tierra, como alternativa para la sobrevivencia de una población cada vez mayor, lo que hizo descender la producción y los rendimientos agrícolas, propiciándose un proceso mercantil de la tierra y su orientación a la utilización de los cultivos ilegales, debido a los mayores márgenes de utilidad”.

Lo anteriormente sostenido nunca fue tomado en cuenta por los gobiernos del Perú desde 1989. Han pasado 17 años y al parecer se mantiene y se mantendrá la actual política para enfrentar al mayor flagelo productivo del Perú. Cuanto más se esfuercen los gobiernos por modernizar la periferie nacional mayor será la vulnerabilidad del interior del Perú. Sus provincias más alejadas de la capital de la república o de aquellos centros poblados con mayor desarrollo relativo son a los que no se podrán desaparecer más si atormentar con el hambre y el olvido.

Es momento de tener otra actitud.

e-mail: munizasociados@gmail.com

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