Oscar Muñiz
Corro
“América
Latina necesita inversiones y China tiene dinero… hasta la fecha ha ayudado a
financiar el desastre humanitario más grande de América Latina: la tragedia
venezolana” (Shannon K. O’Neil).
En los
últimos diez años China invirtió en Venezuela más de 60 mil millones de
dólares, que según se afirma es el 50% de lo que China destina a América Latina
y, recibe un millón de barriles de petróleo por día. Pero lo trágico para
Venezuela es que cerrados los mercados internacionales para su comercio, China
le perdona la deuda pero a la vez le ofrece nuevo financiamiento. El presidente
Nicolás Maduro quedo más que satisfecho.
No solamente
es China la que abiertamente financia a Venezuela, también se atrevió hacerlo
Golman Sachs, aunque fue reprimido por comprar unos 3 mil millones de dólares
de los que denominan “bonos de hambre” del gobierno venezolano.
Es sabido que
la región latinoamericana se encuentra atrasada respecto a los países de la
OCDE –Oriente Medio y África del Norte- ya que las naciones latinoamericanas
gastan menos del 50% del PBI de lo que gastan las naciones de Asia Oriental .
Al respecto, en las actuales circunstancias en que se encuentran las naciones
latinoamericanas estas requerirían gastar no menos de 7 billones de dólares
hasta el 2030, con el propósito de mantenerse al día.
China
ingreso a la Argentina construyendo carreteras especialmente en la vía Buenos
Aires-La Pampa, con una inversión de dos mil millones de dólares, financiando
además el parque solar más grande de la región.
Pero no solo
el gigante asiático tiene inversiones en los países mencionados, también los
tuvo y los tiene en Perú, aunque en este caso las inversiones se realizaron en
el campo minero y en el comercio textil. El caso más grave fue cuando Doe Ram adquirió
la explotación minera de La Oroya, zona de alta contaminación ambiental a nivel
mundial, dejando a los trabajadores mineros en la inopia más grande y sin sus
derechos laborales desde que dejo arbitrariamente la zona.
China con su
falta de transparencia, con la ausencia de respeto por las normas ambientales y
los derechos humanos de los trabajadores y población en general, contribuye
permanentemente a la disociación social y a la inestabilidad no solo laboral
sino también política.