Oscar Muñiz
Corro
¿Quién podría
decir que la vida no cambio?
Hay hechos
innegables que certifican el cambio. La salud y la economía no es un maridaje
adecuado. Son enemigos, cada uno reclama su estatus. Su vigorosa lucha es desde
siempre y seguirá siendo así camino hacia lo peor. No solo cambio la vida,
cambio el estilo de vida con la derrota temporal de la economía.
No se sabe si
el virus COVID-19 salió de un laboratorio o se transmitió de un murciélago al
ser humano. Lo cierto es que entre los gobernantes (EU – China) se
responsabilizan pero ninguno admite que poseen laboratorios donde crean la extinción
biológica. Quien hubiera pensado que algún día se llegaría a semejante
situación en la que vivimos hoy; se vivió la experiencia con la “gripe
española” la cual diezmó millones de personas. No hemos progresado aunque somos
exquisitos en informar con lujo de detalle sobre los efectos del COVID-19.
No quepa la
menor duda que la desinformación científica es evidente. Para colmo de males se
llega a decir que es tan solo una forma de control social, cuando de confinar a
la gente. Los autores del confinamiento social son conocidos políticos, los
cuales diseñaron estrategias para el exterminio y el aprovechamiento económico.
Dicho esto, hasta ahora nadie desmiente tal situación.
Millones de
personas han perdido sus empleos. Millones han fallecido. Y millones de personas soportan las secuelas de la infección.
Cientos de miles de negocios han desaparecido. Para que regocijarnos con cifras
sobre los hechos que están a la vista. Para que usar estadísticas o curvas,
sino podemos dar solución al problema.
La sutileza
del control social es una alternativa a la fuerza pública. La gente se hartó
del control sin solución. La gente se hartó de las dadivas. La gente está harta
de vivir de este modo, que cada día se engulle las formas sociales más
elementales del disfrute de la vida. Disfrutar de lo poco o mucho que uno tenga
cuando hoy ni el dinero sirve para intentar ser feliz. De qué sirve el dinero
sino se puede disfrutar.
La propuesta
del control social es más evidente que
nunca. Ni la economía tiene sentido. Solo tiene sentido el progreso de la
industria bélica y el progreso de los laboratorios. Los enfermos con COVID-19,
SIDA, cáncer, seguirán muriendo por miles. El negocio de la cadena de la muerte
(laboratorios - servicios fúnebres – cementerios) está en boga.
¿Sera cierto
que debemos morir tan pronto?
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