Oscar Muñiz
A decir verdad, propusimos algunos títulos a la presente
entrega, como “El crecimiento como instrumento de engaño”; no cuajo por el término
“engaño”, el cual era un poco crudo. Más severo fue el titulo “La navaja del
chavetero”, se descartó. Al final se decidió por el título “El hijo putativo
del crecimiento económico”, titulo jocoso, irreverente pero evidente.
¿Quién no ha escuchado al presidente peruano o a los tecnócratas
referirse al crecimiento económico tan solo como crecimiento? Es
imperativo saber que el crecimiento económico es un tema crucial en economía; sin
embargo, sino son bien referidas sus implicancias prácticas, no solo
desorientan sino engañan.
Lo censurable es robustecer el término crecimiento, cuando
deliberadamente se trata de orientar políticamente a la población. Pueden
existir muchas razones o argumentos que avalen esta decisión. Lo que subyace es
sostener un equívoco, que ayuda a desorientar sobre el verdadero rol de la
economía. En economía, el lenguaje no funciona al gusto del cliente.
La teoría del desarrollo económico trata las causas y el
mecanismo del aumento de la productividad del trabajo, y sus repercusiones en
la forma en que está organizada la producción, la distribución y utilización
del producto social. Por lo tanto el aumento de la productividad del trabajo y sus
repercusiones en la distribución del producto social son el problema central.
Se sostiene que es sumamente importante el aumento de la
productividad en las empresas, sin embargo no se dice que este aumento de la
productividad muchas veces solo significa el aumento de las ganancias del
empresario, no tiene ninguna repercusión sobre la renta global o la economía en
general. Esta es la observación que se debe rescatar.
Luego que los liberales inocularon el virus crecimiento
a secas, los políticos aprovecharon el momento para insensibilizar a la población,
engañando y haciendo creer que el “progreso” se distribuye entre todos. Este
virus sigue paralizando, vuelve inermes a grandes sectores de la población por
un supuesto mejoramiento de las condiciones de vida.
Tanto va el agua al cántaro que termina por reventar. El
estropicio tiene diferentes grados de intensidad. Por lo general tiene un
inicio con la bonanza de determinados sectores de la población, hasta que llega
a un máximo y comienza a decrecer, transformándose en protestas sociales, porque
el salario no se incrementa.
Acto seguido, las explicaciones de los políticos,
funcionarios, técnicos y aduladores a favor del crecimiento no logran
contener el descontento. Frente a esta realidad los políticos, funcionarios,
técnicos y aduladores saltan de la embarcación tratando de salvarse. Esto es lo
que sucede en Perú, como consecuencia de un modelo que solo sabe privilegiar el
crecimiento
y no el crecimiento económico.
Concretando. Desde 1990, cuando gobernaba Fujimori hasta el
presente con el gobierno de Humala, quieren seguir haciendo creer que la
productividad social, entendida como el producto total por unidad de tiempo de
una colectividad, no es una teoría macroeconómica de la producción o no puede
ser parte de la teoría del desarrollo. Bajo el actual modelo liberal las bajas
remuneraciones, desempleo, baja productividad, es más de lo mismo.
Dijo Adam Smith: “Solamente
por medio de un agregado de capital un empresario puede proveer a sus obreros de mejores maquinas o lograr
una mejor distribución del trabajo entre
ellos”. Al respecto, el apunte de Celso Furtado: “Para Smith, la división del trabajo debía ser precedida por la acumulación
del capital (circulante), pero era aquélla la que estimulaba el uso del capital
fijo, particularmente maquinas. De todos modos, no parece reconocer que una
mejora técnica pueda aumentar la productividad del trabajo, sin que se produzca
antes una acumulación de capital”.
Esto es lo que no han entendido ni entenderán los neoliberales,
aquellos que han apuntalado modelos como el peruano.
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