Oscar Muñiz
Sabemos del tremendo problema que tiene el gobierno peruano con
al proyecto minero TIA MARIA.
Años han pasado desde que se desataron las fuerzas socio-políticas
en el caso del proyecto CONGA, en el departamento de Cajamarca. Al final, la
soberbia de los inversionistas, con su petulancia, que solo se atribuyen los
necios, no solo perjudico sus intereses, sino también el porvenir de los
cajamarquinos y el de la minería nacional. Actualmente, el fenómeno vuelve a
repetirse, con el agregado de la insensatez de los inversionistas, la falta de
horizonte gubernamental y la irresponsabilidad de la población. Nos referimos
al pésimo manejo de las variables ambiental, social y económica. Un ejemplo podría
dejar las cosas en su sitio.
Hace algún tiempo la agricultura y ganadería en un distrito de
la provincia de Lima, era fuente de empleo para mucha gente, como también era fuente
de ingresos de los dueños de las tierras. Llego un día en que se inicio la
fiebre de la urbanización del distrito por razones políticas. Todas las tierras
agrícolas y ganaderas se convirtieron en zona urbana. Seguramente los dueños de
esas tierras hicieron un balance, y determinaron que era su oportunidad de no
perder su riqueza. Para ello necesitaban transformar (vender) su propiedad (tierras
agrícolas) para transformar sus tierras agrícolas en suelos urbanos, tarea que
les resulto fácil.
Pero en el balance seguramente no calcularon el valor de la
tierra agrícola en el tiempo. De todos modos decidieron sembrar “ladrillo” y “cemento”,
sin percatarse que sus ingresos por la venta de sus tierras sujetos estaban al vaivén del movimiento político-financiero.
No obstante, la venta de la tierra agrícola resultaría con el devenir del
tiempo, en ser un mal negocio, mas aun teniendo la experiencia de la última
reforma agraria la cual había transformado la vida de los terratenientes y
sembrado la idea que el dueño de la tierra no comería mas del trabajo de los
asalariados. Tremendo error.
Entre 1960 y 1995 la economía peruana era un desastre. Así
pasaron 35 años, con problemas sociales, con inflación, como nunca se había visto
y con un deterioro brutal de las utilidades o ganancias. Actualmente el paisaje
es otro. La tierra reconquisto su lugar. Al que vendió sus tierras solo le
quedo el recuerdo de épocas pasadas, sus herederos solo tienen los mismos
recuerdos y la sociedad dejo de disfrutar
de la leche, la fruta y del vino.
Esto puede pasar en Islay-Arequipa. Téngase presente que la
campiña arequipeña está desapareciendo lentamente, su producción cada vez es más
escasa, y encima de todo esto, como para rematar la situación, surge el
problema minero con el Proyecto Tía María.
El proyecto Tía María se ubica en el Departamento de Arequipa,
distrito de Cocrachaca, provincia de Islay, Valle del Tambo, en donde la
actividad agrícola produce azúcar, hortalizas, papas, alfalfa, camarones. La
zona presenta dificultad hídrica.
Dicho proyecto produciría cobre a tajo abierto. Actualmente
el proyecto La Tapada se encuentra en operación. La operatividad del proyecto
tiene un horizonte de 18 años, con una inversión de US$ 1,000 millones. Produciría
120,000 toneladas de cátodos de cobre (99.99%) por año.
El proyecto Tía María presenta un impase. El Estudio de
Impacto Ambiental (EIA) fue ejecutado por la misma empresa interesada en el
proyecto Tía María, la Southern y avalado por el gobierno peruano. Al EIA se le
hizo múltiples observaciones, y la administración actual declaro la intangibilidad
de las aguas superficiales y subterráneas del rio Tambo.
Los impactos ambientales detectados se agrupan en la modificación
de la superficie terrestre en el área de explotación (tajo abierto), la eliminación
del suelo y resecamiento de la zona circundante al punto geográfico de explotación
minera, la disminución del rendimiento agrícola y agropecuario, el impacto
sobre la flora: eliminación de los bosques en las aéreas de operaciones, la destrucción
y modificación de la flora, y la pérdida del paisaje y contaminación sonora.
Aceptando que el Perú es un país minero, el Tahuantinsuyo también
lo fue. Sin embargo antes que existiese el Tahuantinsuyo no se sabía cómo
organizar la minería, mucho menos como administrar sus productos. Instalado el
Tahuantinsuyo, el Inca, quien ostentaba el poder, instalo una administración
minera, la asignación de aéreas de explotación minera que incluía criterios de
propiedad y usufructúo de los recursos obtenidos; dividió por categorías el
trabajo minero y metalúrgico además de vigilar
la seguridad del producto resultante de la explotación. Por lo tanto en
el Tahuantinsuyo se privilegio la racionalidad del manejo de las minas,
permitiendo periodos de extracción del mineral y turnos de trabajo. Es
necesario reconocer el alto grado de desarrollo alcanzado por los incas en los
trabajos de ingeniería subterránea. Otros interesados en el tema, han tratado
sobre los fundamentos tecnológicos que justificarían la explotación minera en
la época incaica.
Como se puede observar, lo importante que permaneció en el
Incanato es la planificación de la actividad minera en su conjunto, desde los
trabajos de exploración hasta la explotación minera propiamente dicha. En la
actualidad se privilegia la prospección y la adjudicación minera. Hechos los cálculos
tanto por parte del inversionista como del Estado. Los factores ambiental,
social, económico, poco o nada tienen que ver en este asunto. La acumulación del
capital, llámese utilidades o ganancias de los inversionista, es lo cuenta, además
de algunos centavos que por impuestos cobra el Estado, cuando muchas veces son
evadidos.
Por lo tanto el enfoque ancestral de la explotación minera
en el Tahuantinsuyo y el Perú tienen diferentes orígenes. El primero es
consecuencia del ordenamiento administrativo del Tahuantinsuyo, mientras que el
segundo es la acumulación de capital, categorías sustancialmente divergentes.
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