Por Oscar Muñiz
Ambos países, Perú y Chile, se encuentran a catorce días para
conocer el fallo sobre el límite marítimo, el cual se encuentra a cargo de la
Corte Internacional de La Haya.
Antes de la guerra del Pacifico en 1879, ambas poblaciones vivían
en reciprocas relaciones de amistad y concordia, cuando inclusive, por aquel
tiempo, Chile fue un país que cobijó a peruanos que dejaron el país por razones
políticas, y cuando en muchos casos las uniones maritales se efectuaban con la
mayor tranquilidad y normalidad.
Desde 1879 las cosas cambiaron, no por exigencias de la población,
sino mas bien por la orientación de un tercer país europeo, el cual inoculo la
insania a los dirigentes políticos chilenos, prefiriendo bajo acciones
cobardemente solapadas crear la enemistad entre peruanos y chilenos.
Al finalizar la guerra, todos saben, tanto peruanos como
chilenos, que los nuevos límites fronterizos terrestres quedaron sellados con
el Tratado de Ancón, hecho que fuera logrado al inicio de la primera mitad del
siglo XX. Para aquel entonces, las atrocidades producto de la guerra hicieron
que la convivencia entre los dos pueblos llegaran a niveles de odio
inmisericorde, hecho comprobable, cuando en 1975, los ánimos de reivindicación dieron
inicio a todo un proceso de nacionalismo, con el objetivo de reincorporar lo
que el Tratado de Ancón había concedido a Chile.
Tuvo que transcurrir medio siglo más, hasta que el Perú
buscase justicia en los foros internacionales, con el propósito de recuperar lo
que calladamente Chile venia usufructuando del mar territorial peruano. Pese a
todo el tiempo transcurrido y sin haber logrado lo que el Perú considera como
el último acto justo y real para sanear sus diferencias y recuperar su soberanía,
este 27 de enero 2014, el Perú escuchara el fallo decisivo y final, con el cual
cerrara lo que más aprecia hoy en día, la paz y tranquilidad de saber que sus límites
con los países vecinos se encuentran garantizados.
Los peruanos, siempre defensores de su libertad, deben estar
vigilantes de aquellos personajes que sin escrúpulos ni autorización alguna se erogan
el derecho de orientarlos en lo que deben hacer, cuando no por razones
personales o de intereses políticos subalternos. Este es el momento en que todos
los peruanos están obligados a demostrar su civismo, haciendo oídos sordos a
los cantos de sirenas que empiezan a escucharse.
Ni patriotismo ni populismo, el peruano es consciente de las
actuales circunstancias. Sabe lo que debe hacer en momentos como los actuales, tiene
esperanza de consolidar lo heredado, para proyectarse al futuro con dignidad y valentía,
sabiendo que los peruanos que nacerán vivirán orgullosos y agradecidos de sus
actos.
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