El 10 de abril del 2011, se realizaron las elecciones generales para presidente de la republica, congresistas nacionales y congresistas al Parlamento Andino en el Perú. En acontecimientos de esta naturaleza siempre se presentan dificultades en la organización y para el elector, esta ocasión no fue la acepción, pero por grande o pequeño que fueron, se superaron. Por cierto, nada es perfecto en esta vida.
Los cinco candidatos principales en esta contienda electoral desarrollaron sus campañas con el talante que les aconseja su olfato político y sus asesores; se vió relucir desde la flema británica hasta la esteriotipada criollada y el cinismo oriental. Sin embargo un vacío se hizo notar, la ausencia del partido político más longevo, el APRA.
Durante las ocho horas que duró el proceso electoral, se podría decir, que las horas transcurrieron si mayores incidentes, viéndose, eso sí, la participación ciudadana en orden cuando se desplazaba hacia los lugares de votación. Hacia las 3 p.m. las expectativas tuvieron un incremento en su intensidad, especialmente respecto al candidato PPK, personaje que en los últimos días antes de la elección cobró relevancia en la ciudadanía, inclusive en aquellos que sin tener la edad para sufragar vitoreaban su nombre.
Al respecto y conociendo hoy los resultados de esta primera vuelta, hubiese sido beneficioso, políticamente hablando, que para la segunda vuelta que se realizará el 05 de junio del 2011, las preferencias de los ciudadanos hubiesen definido su preferencia por el nacionalismo o por la modernidad económica. No fue así. Esto hay que lamentarlo. Este escenario hubiera permitido rescatar la cordura y la sensatez del pueblo peruano, ya que en uno recaía la responsabilidad de no repetir la conducción de un modelo de hace 43 años, y al otro, perfilar, ahora sí, un rostro más humano del progreso del Perú.
Las cosas no son como uno quiere que sean, en esta oportunidad la ceguera histórica del pueblo peruano decidió por lo más oscuro, tétrico y nefasto que ha vivió el Perú. Aquí no se trataba de retrotraerse a la tonadilla contra el terrorismo ni a la vesanía gubernamental de la década del oprobio, como tampoco revivir el paraíso terrenal de la economía que nos dejó la década de los 90’s. Se trataba de la reivindicación de la memoria popular, no del revanchismo; se trataba de cerrar civilizadamente el acto matonesco de Fujimori y su hija cuando se atrincheraron en Palacio de Gobierno, sabiendo que la combulsión social era un riesgo o cuando ellos fueron responsables políticos de la Marcha de los Cuatro Suyos y de la renuncia cobarde de Fujimori a la presidencia de la republica desde el Japón y por fax.
Hay que hacerle recordar al pueblo peruano su falta de consecuencia en la defensa de la gente desposeída y humilde, porque es esto lo que es proceder con generosidad, pues de ganar en segunda vuelta la hija del que inauguró la era de la corrupción en el Perú significaría la ausencia de decencia y falta de solidaridad. En España la gente se expresa libremente contra ETA y la corrupción, porqué en el Perú no se puede hacer lo mismo, con el fin de que toda la pesadilla fujimontesinista de la década del oprobio no se recicle.
La realidad del Perú salta a la vista. Un Alejandro Toledo Manrique, como dicen los jóvenes, “ya fue”; un APRA herido de gravedad, donde sus jerarcas llevan su derrota electoral con la parsimonia que solo los políticos fogueados en mil y una batalla pueden soportar; por supuesto que ni todas las arengas apristas revivirán su esperanza de triunfo para el 2016, pues sin un Alan García Pérez el APRA no es nada. El resto de partidos son simplemente tumulto temporal.
Hoy las personas se enfrentan cara a cara con su realidad; el Perú está dividido entre los que tienen algo en este mundo y los que por desgracia son más pobre que el día de ayer. La línea entre lo posible y la metástasis de la pobreza es un hecho, si es que el fujimorismo triunfa, pues no solo el pueblo peruano será el hazme reír del mundo entero, sino también tendrá la certidumbre que no aprendió nada de sus desgracias, pues lo básico de un ser humano es tener la seguridad de contar con salud, educación y un techo, pero esto no estará asegurado en una segunda etapa del fujimorismo, agravándose esta situación cuando las cárceles se abran para sus sentenciados y para los que apoyaron al fujimorismo pero hoy guardan un recatado anonimato.
El nacionalismo tendrá que hilar muy fino con sus relaciones poco ortodoxas, más aún sabiendo que ese 50 % de los electores que no les votaron son aquellos que decidieron por una economía progresista aún en desmedro de otros compatriotas.
En estas circunstancias la calma y el temperamento de la población deben de relucir, frente a los medios de comunicación, puesto que un gran sector de la ciudadanía no olvida su accionar durante la década de los años 90.
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