Asesoria Economica Financiera y Medio Ambiente

7 de agosto de 2007

Reproducimos el punto V del Preámbulo de Zaratustra, del libro de Federico Nietzsche “Así Habla Zaratustra”, traducido de Also Sprach Zaratustra, por Juan Fernández, Ediciones Baltasar, Buenos Aires 1971.

Dada la riqueza del libro, podría interpretarse que lo que dice Zaratustra se refleja en el proceso por el que atraviesa la humanidad, especialmente en el estilo de economía en boga, como también en la cultura que pretende imperar. Por aquella época Federico Nietzsche redondeaba su visión sobre el hombre y su destino. Su imaginación podría interpretarse con lo que la globalización ofrece, cuando dice, “Hay algo que están orgullosos. ¿Cómo llaman, pues, a eso de que están orgullosos? Lo llaman civilización: es lo que lo distingue de los cabreros” O, cuando dice, “Su suelo es todavía bastante rico; pero un día será pobre, y ya no podrá crecer en él ningún árbol elevado. Yo os digo: tenéis aún un caos dentro de vosotros.” Lo que hasta hoy el ser humano no ha superado es su caos.

En un blog anterior se hacía referencia al hambre que padecen los seres humanos, a los muertos por inanición y hoy más que nunca al calentamiento global. Cuan desprotegido se encuentra el ser humano frente a las atrocidades que ha provocado la revolución industrial; que espeluznante es observar el trato que se le brinda actualmente a la energía nuclear, pues no es suficiente Hiroshima, Nagasaki, Chernovil. Llegará el día en que la desertificación no nos dejará la opción de sembrar y el hambre se incrementará y con él la muerte y las enfermedades.

V

Dichas esta palabras, Zaratustra volvió a mirar al pueblo y calló. “Ahí están riéndose –dijo a su corazón-. No me comprenden; no soy yo la boca que necesitan esos oídos.

¿Hay que empezar por romperles los oídos para que aprendan a oír con los ojos? ¿Hay que atronar a modo de timbales o predicadores de Cuaresma? ¿O no tienen fe más que en los tartamudos?

Hay algo de que están orgullosos. ¿Cómo llaman, pues, a eso de que están orgullosos? Lo llaman civilización: es lo que los distingue de los cabreros.

Por eso no les gusta oír, por lo que hace a sí propios, la palabra “desdén”.

Hablaré, pues, a su orgullo.

Les hablaré de lo más menospreciable que existe, del ultimo hombre”.

Y Zaratustra habló así al pueblo:

Es tiempo de que el hombre se fije su objetivo

Es tiempo de que el hombre plante el germen de su más alta esperanza.

Su suelo es todavía bastante rico; pero un día será pobre, y ya no podrá crecer en él ningún árbol elevado.

¡Ay! Se acerca el tiempo en que el hombre no lanzará ya por encima del hombre la flecha de su anhelo, y en que las cuerdas de su arco no sabrán ya vibrar.

Yo os lo digo: hace falta tener aún un caos dentro de sí, para poder dar a luz una estrella bailadora. Yo os digo: tenéis aún un caos dentro de vosotros.

¡Ay! Se acerca el tiempo en que el hombre no dará ya a luz estrellas: se acerca el tiempo del más despreciable de los hombres del que no puede ya desprenderse a sí mismo.

¡Ved! Yo os muestro el último hombre.

“¿Qué es eso de amor, de creación, de anhelo, de estrella?” –así pregunta el último hombre y entorna los ojos.

La tierra se tornará entonces más pequeña, y sobre ella andará a saltitos el último hombre, que todo lo empequeñece. Su raza es indestructible como la del pulgón el último hombre es el que más tiempo vive.

“Hemos descubierto la felicidad” –dicen los últimos hombres, y guiñan los ojos.

Han abandonado las comarcas donde era duro vivir por que la gente necesita calor. Se ama todavía al vecino, y se restriega uno con él: por que la gente necesita calor.

Enfermar y desconfiar les pareció pecaminoso: se anda con cautela. ¡Incluso el que tropieza todavía con las piedras y los hombres!

Un poco de veneno alguna que otra vez: eso procura ensueños agradables. Y muchos venenos a la postre, para morir agradablemente.

Se trabaja aún, porque el trabajo es una distracción. Pero se procura que la distracción no debilite.

Ya no se sabe uno ni pobre ni rico: son dos cosas demasiado penosas. ¿Quién quiere aún gobernar? ¿Quién quiere aún obedecer? Son dos cosas demasiado penosas.

¡Ningún pastor, y un solo rebaño! Todos quieren lo mismo, todos son iguales: el que piensa de otra manera va por su voluntad al manicomio.

“En otro tiempo todo el mundo era loco” –dicen los sutiles, y entornan los ojos.

Se es prudente y se está al tanto de todo lo acontecido: así sabe bromearse sin fin. Se disputa aún, pero se hacen las paces enseguida.; lo contrario altera la digestión.

No falta su poquito de placer para el día y su poquito de placer para la noche; pero se respeta la salud.

“Hemos descubierto la felicidad”- dicen los últimos hombres, y entornan los ojos.

Aquí acabó el primer discurso de Zaratustra –que también se llama “el preámbulo”-, por que en este punto fue interrumpido por los gritos y el alborozo de la muchedumbre. “¡Danos este último hombre, Zaratustra (exclamaban); haznos semejantes a estos últimos hombres”. Y todo el pueblo era júbilo y chasqueaba la lengua. Zaratustra se puso triste y dijo a su corazón:

“No me comprenden; no soy la boca que necesitan esos oídos”.

He vivido demasiado en las montañas, he escuchado demasiado los arroyos y los árboles , y ahora le hablo como un cabrero.

Plácida es mi alma y luminosa como el monte a la mañana. Pero ellos creen que soy frío y un zumbón redomado.
Y helos ahí mirándome y riéndose: y mientras ríen, siguen odiándose. Hay hielo en su risa”.

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