Oscar Muñiz
Desde hace un tiempo atrás se escuchan
voces críticas a la política económica impuesta por el presidente Ollanta
Humala Tasso, desde que asumió el poder el 28 de julio del 2011. Si bien es
cierto que algunos problemas provienen de anteriores administraciones, estos
problemas se han agravado y otros han aparecido, sin embargo ambos grupos de
problemas erosionan poco a poco el liderazgo actual.
El presidente Ollanta Humala Tasso es bien
recibido en el exterior, especialmente en EEUU y la UE, sin embargo en el
contexto sudamericano la frialdad de trato es más que visible. La ciudadanía que
está del lado de Ollanta Humala Tasso no es visible, sin embargo la oposición liderada
por el partido aprista y el fujimontesinismo se desenvuelve en todos los ámbitos
que le son posibles u ofrecidos, incluido el Congreso de la Republica. No
obstante esto, si seguimos a las encuestas de popularidad, a este gobierno solo
le queda utilizar la fuerza y de esto trata este asunto.
La política económica es la parte de la
ciencia económica que trata las formas y efectos de la intervención del Estado
en la vida económica para conseguir determinados fines. Es aquí donde falla
Ollanta Humala Tasso. Su propuesta presidencial difiere de lo que hace; para
obligar le quedan dos caminos, utilizar la fuerza represiva o negociar; estas
dos cosas es la que sus voceros predican, pero no el propio Ollanta Humala
Tasso, sin embargo y al parecer, las negociaciones pierden terreno en algunos ámbitos,
por lo tanto la fuerza represiva se encarga de consolidar lo no ofrecido.
La política económica no es diferente conceptualmente
de la ciencia económica tanto en su método de análisis y lógica, este es el Talón
de Aquiles de Ollanta Humala Tasso. Por lo tanto los objetivos originales que
planteo no los cumple, como consecuencia dejara trunca todas las esperanzas de
los que lo eligieron. Este hecho alagara a la oposición y los inversionistas,
mientras el modelo liberal subsista.
Un aspecto de relevancia en este estado de
cosas es la política agraria que fomenta el gobierno, y la intervención del
Estado en el ámbito de la economía agrícola. El Perú no es un país agrícola,
pero para haber llegado a la situación actual es solo gracias a la política económica
desarrollada desde hace dos décadas, convertido al Perú en un país parcialmente
agroexportador. Lo que no se debe hacer es confundir lo anterior con la legislación
agraria, porque esta es solo un instrumento que materializa la voluntad política,
y que se expresa por medio de los representantes. Por lo tanto la política agraria que es la
encargada de estudiar los problemas económicos de la agricultura desde el punto
de vista de la intervención del Estado, es donde también falla el actual gobierno.
Lo que no entiende el actual gobierno ni el
presidente es que “Hoy se admite que la política
agraria no puede resolverse con una política única (sea la formula liberal, la
proteccionista o la colectivista). Cada época, cada país y cada territorio
tiene sus problemas propios que pueden exigir soluciones distintas y opuestas”
(Claudio Napolioni)