Oscar Muñiz
Desde años atrás venimos hablando sobre la corrupción en el Perú,
de la corrupción heredada, creada y la alimentada en los diferentes extractos
sociales y niveles de la sociedad peruana, como la también presente en los
ámbitos privado y estatal.
Quien diga que la corrupción no es pan de cada día,
desconoce la realidad peruana. Definiciones de ella existen varias.
Existen promesas de solución al por mayor.
Son los políticos los que no han querido ponerle cara a este problema. Motivos
los tendrán. Pero lo cierto es que hasta el presente no hay solución.
Los gobernantes de turno equiparon a la policía con
tecnología de “punta”, pero olvidaron que la delincuencia existe y se
incrementa porque el delito es trabajo fácil de realizar, robar es fácil. Si el
ladrón tiene la oportunidad de robar lo hace. En poco tiempo es recompensado con el “beneficio”
producto del hurto. Trabajo más fácil no existe, requiere poca inversión. Esto
es lo que los políticos no entienden, ni quieren entender ni aceptar.
En la última década se pasó de la corrupción regional a la
corrupción municipal, para llegar a la
actual corrupción, la corrupción diseminada. El actual Perú vive en medio de la
corrupción diseminada. Con Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos Torres
presos no se acabó. Ellos son el mito a seguir, el mito a ser superado. No en
vano los hechos ratifican la adversidad peruana. Fijemos nuestra atención en lo
siguiente: los ex presidentes Alejandro Toledo Manrique, Alan García Pérez y
hasta el actual presidente Ollanta Humala Tasso, son acusados por delinquir,
incluida la señora de este último presidente.
Toledo Manrique defiende su inocencia, la de su mujer y
suegra a capa y espada; Ollanta Humala Tasso, defiende a su mujer, y Alan García
Pérez tiene la soga al cuello.
Existen tantos intereses alrededor de la corrupción que es
difícil creer que un solo hombre o presidente salvara al Perú. No podemos ser
ingenuos ni ilusos a estas alturas. Reconozcamos que el narcotráfico está establecido hace varias décadas en el Perú,
radica desde la llanura hasta las alturas de la sociedad peruana. Seria
practico desestimar la política de la erradicación del cultivo de la coca,
porque solo ha conducido al Perú a la fabricación de estadísticas y mapas del cultivo de coca. El
problema es mucho más sencillo.
El Perú esta corrompido. Esto no necesita demostración. El Perú
está en cautiverio por grupos políticos
y fuerzas al margen de la ley, al estilo Fernando Zevallos Gonzales,
dueño de Aerocontinente, actualmente en prisión por narcotráfico.
No son pocos los que se expresan en este sentido, por
ejemplo, respecto al ex mandatario García. Franklin Briceño dice “La mayor
excarcelación de este tipo que se conozca en el mundo” refiriéndose a la
liberación de narcotraficantes presos por García Pérez. En el mismo sentido, Iván
Montoya, ex procurador publico anticorrupción y profesor de derecho penal de la
Universidad Católica del Perú, dijo respecto del mismo ex presidente “Impulso
la corrupción, el crimen violento, la alteración de la economía, el lavado de
activos, un espectro de hechos delictivos que al partido aprista no le importó”.
Recordemos que una comisión del Congreso de la Republica del
Perú determino en el 2014 que Alan García Pérez creo un sistema legal paralelo
que violo la Constitución. Lo relevante es que el mismo Alan García Pérez
asevero que, “Cada una de esas concesiones –se refiere a los indultos- las hice
pidiendo el consejo de Dios”.
El Perú se debate entre la sorna y la indiferencia, mientras
que no pocos hacen de la suya. La pregunta “Cuando se jodio el Perú”, tal vez
dejo de ser el leitmotiv para muchos. Para estos el Perú ya está jodido.